Artesanos elaboran los tradicionales silbatos
Los antiguos instrumentos de viento están en extinción
Replicaban el trinar de las aves, sonidos de animales, del viento, del agua o el llanto de los “guaguas”. Eran utilizados en ceremoniales y rituales ancestrales inmemoriales. Hasta hace 50 años sirvieron de juguetes para niños; son los silbatos de bambú y de arcilla que con el paso del tiempo han desaparecido.
“Hay pocos, y en su mayoría están en museos arqueológicos como recuerdos de la alfarería milenaria”, expresó Adolfo Idrovo, un artesano que no deja morir la tradición en Cuenca. Fueron también instrumentos musicales de viento pertenecientes a las culturas Tuza y Tumaco-la Tolita II, localizados al sur de Colombia y al norte de Ecuador antes del arribo de los españoles, reseña el hombre. Músico de profesión y maestro jubilado, ocupa su tiempo elaborando manualmente instrumentos musicales andinos.
El objeto se hace con una porción de arcilla para formar una pelotita con movimientos suaves, como acariciando el barro. La bola divide en dos partes pasando un hilo nailon, no importa si son o no iguales.
En cada parte y con una herramienta diseñada por Adolfo, extrae el barro para formar una superficie cóncava, que será la cámara de aire del silbato. Luego hace un orificio por donde va a entrar el aire para conseguir el sonido que puede ser de animales, aves o figuras míticas, anota el artesano. La elaboración del silbato concluye con el horneado en leña y de aserrín. Estos instrumentos no requieren afinación y con solo soplarlos se consigue fácilmente el sonido similar al de los gallos, pájaros, viento, agua y cientos de otros que se halla en la naturaleza.
Adolfo asegura que aprendió a elaborar estos instrumentos solo leyendo y mirando los tipos de silbatos.