Diario Expreso

E-mail: jorgedelga­doguzman31@gmail.com Hoy dejo el deporte, y escribo de música

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Alberto Cortez nació en Argentina en 1940, pero años después se nacionaliz­ó español. Es un cantautor aplaudido y ovacionado en todos los lugares que se presenta. A lo largo de su carrera, que continúa hasta el momento, ha cantado con sinfónicas, orquestas de lujo y hasta con la humilde guitarra.

Conocí a Alberto Cortez en su presentaci­ón del Show de Bernard, en Ecuavisa. Hizo una gran amistad con el presentado­r y en sus visitas a Ecuador era obligado el encuentro con nuestro recordado francés; la plática se iniciaba con el brindis de una copa de vino.

De su autoría son canciones con mucha emotividad y con trascenden­cia en todas las esferas sociales. De su inspiració­n son éxitos como: Cuando un amigo se va, En un rincón del alma, Gracias a la vida, Callejero, Te llegó una rosa, A mis amigos, Mi árbol y yo y El Abuelo, esta última canción con la que me identifico mucho.

Cantó en Guayaquil en muchas ocasiones, y la última fue hace cinco años en el Teatro Centro Cívico. Con un lleno total, fue una vez más aplaudido de pie por todos quienes admiraron su calidad musical. Actuó acompañado de un pianista; detrás de su asiento, un tanque pequeño de oxígeno lo ayudaba a normalizar su respiració­n.

Al término de la presentaci­ón, tras bastidores, periodista­s hicieron muchas preguntas.

-Maestro, ¿si usted tiene tanta fama, probableme­nte dinero, y es homenajead­o y respetado por un gran público, por qué sigue cantando con sus problemas de salud?

Alberto miró al periodista fijamente y respondió: -Cuando yo era pequeño a mi pueblo llegó un circo, en el cual el número central era una media docena de monitos que, con vistosos trajes, hacían las delicias del público con sus piruetas y ocurrencia­s. Mientras ellos actuaban, en el centro de la pista, sobre un taburete, estaba sentado un mono viejo que no hacía el menor movi- miento, sino que solo miraba.

Un espectador le preguntó al dueño del circo: ¿Con qué objetivo estaba el mono viejo en la pista, sino hacía absolutame­nte ninguna gracia?

La respuesta fue terminante: Es que a ese mono viejo también le gustan los aplausos.

Nadie pregunto nada más, estaba dicho todo.

Es increíble que solo con las llaves de Sol y Fa del pentagrama musical, Alberto Cortez haya podido abrir las puertas de tantos corazones.

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Recuerdos. El cantante Alberto Cortez en una de sus tantas intervenci­ones en Guayaquil.
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