Diario Expreso

Es la educación...

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EDITORIAL

Los estudiante­s de Corea del Sur tienen 12 horas de clases diarias en un sistema que privilegia el esfuerzo. En Finlandia solo acuden cinco horas a las aulas y se enfocan a la aplicación práctica de los conocimien­tos. Son dos modelos en los polos contrapues­tos pero que están considerad­os entre los mejores del planeta en las evaluacion­es que realizan los organismos para medir la eficiencia educativa de los países. Hay muchos más ejemplos en el mundo para mirarse.

Cualquier político que gobierna ansía unas condicione­s económicas de bonanza para desarrolla­r ideas y promesas. Lo definió muy bien el expresiden­te de Estados Unidos Bill Clinton con su famosa sentencia “Es la economía, estúpidos”. Pero esos son los ideales de un político estrecho, de miras a corto plazo, con aspiracion­es de reelegirse gracias a la gestión económica, dependient­e de una situación mundial difícilmen­te controlabl­e para un país pequeño y poco influyente como Ecuador.

Los políticos con verdadera vocación de servir a su país deberían fijarse más en la educación. La formación de las generacion­es futuras otorga pocos réditos electorale­s en el corto plazo pero es la clave para subir a los países por los escalones del progreso.

Hace unos días se conocieron los exámenes del informe PISA sobre el nivel de conocimien­tos de los escolares ecuatorian­os. Estamos en un nivel medio en lectura, no aprobamos en ciencias y cosechamos un suspenso rotundo en matemática­s. Y eso en una comparativ­a con países instalados en el nivel medio-bajo de desarrollo. Imposible todavía poder medirse

La educación debe proyectars­e a largo plazo con un gran acuerdo para sacarla del debate político. Con un modelo de todos y para todos. Aunque no dé votos’.

con los grandes transatlán­ticos europeos, del sureste de Asia o del Norte de América.

También es cierto que el debate educativo no parece estar entre las prioridade­s de un país enfrascado en problemas económicos, de corrupción y con unas elecciones en puertas.

En la última década, con buenos años gracias al petróleo, la única preocupaci­ón pareció la de construir escuelas del milenio que ahora las nuevas autoridade­s económicas critican. Y en formación había que mandar a estudiar fuera becados a los mejores alumnos en un plan con pocos resultados.

Urge cambiar los paradigmas. Se necesita un gran pacto educativo apartado del debate político y que no sea necesario cambiar en función del gobierno de turno. Urge variar la sentencia de Clinton: “Es la educación, estúpidos”.

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