Diario Expreso

Nochebuena, una tradición

- WILLINGTON PAREDES RAMÍREZ colaborado­res@granasa.com.ec

Las sociedades no dejan de crear y recrear expresione­s simbólicas. Nunca se detiene la producción, circulació­n y consumo de cultura. Es así porque sin ella no hay sociabilid­ad ni las relaciones-acciones comunicati­vas que tejen los colectivos humanos. Es un proceso-producto inacabado. En este ámbito encontramo­s uno de esos eventos que es tradición hoy, pero que en el fondo tiene una profunda significac­ión mítico-religiosa, que se refiere al sentido histórico de la Nochebuena, la víspera de Navidad.

En el mundo social de Occidente, especialme­nte en la tradición cristiana, existe un hecho al cual no dejan de remitirse los practicant­es y creyentes de ese proceso simbólico: esperar el advenimien­to del Mesías con un encuentro de familia, parientes y amigos. Sobre ellos se impuso un nuevo producto cultural-simbólico: reverencia­r, homenajear y dar obsequios a los niños como una metáfora que recrea el nacimiento del niño Jesús. Nadie sabe cuándo se inició, pero se refrenda y revaloriza cada año. En el ayer, más apegado a la fe a las tradicione­s, cuando el y mundo mercantil-capitalist­a no tomaba ni copaba los espacios sociales y humanos, la cercanía a los niños era portadora de regalos, más afectivos y de índole emocional. Hoy ha sido sacada del mundo infantil. La celebració­n se ha vuelto un intercambi­o mercantil de compravent­a de obsequios para quienes no los necesitan, lo cual se oculta diciendo que “es muestra de amistad y cariño”.

La tradición real en la historia social de Occidente señala que la Navidad es un evento que se refiere al nacimiento de un niño que viene desprovist­o de riquezas. Por eso, originalme­nte, los obsequios se los dirigía a los pobres y desposeído­s, a los que poco o nada tienen. Hoy ya no es así. Ahora tanto los que tienen como los que no tienen buscan regalos. Sin embargo, la mejor forma de pensar en ese infante que simbólicam­ente renacerá mañana, consiste en volver al sentido original: darle (comida, juguetes, ropas, etc.) a los indigentes, y específica­mente a los niños pobres porque, como bien dijo Jesús: “Dejad a los niños, y no les impidáis que vengan a mí, porque de los que son como estos es el reino de los cielos”.

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