Diario Expreso

Los hijos también son víctimas del femicidio

Hasta noviembre del año pasado, 54 mujeres fueron asesinadas en el país ❚ Según la Cepam, la mayoría eran madres

- GELITZA ROBLES roblesm@granasa.com.ec ■ GUAYAQUIL ANNABELL ARÉVALO psicóloga de la Cepam

Vitalia Vergara había aprendido a controlar las lágrimas delante de su nieta, pero aquella tarde, le resultó imposible no llorar. La voz dulce y aguda de la niña, de 8 años, se transformó en una descarga de dolor cuando le dijo que ella también quería morirse para así ir al cielo a ver personalme­nte a su mamá.

Era una bebé de un añito cuando un balazo le atravesó el cráneo a su madre Nexi Cedeño Vergara, el 17 de marzo de 2011. Tenía tres, en cambio, cuando su padre se entregó a la Policía, acusado de ser el autor intelectua­l del asesinato de la joven de 24 años.

Con mamá en el cementerio y papá en la cárcel, la niña quedó al cuidado de sus abuelos maternos. Una situación que, según estadístic­as del Centro Ecuatorian­o para la Promoción y Acción de la Mujer (Cepam), se repite en la mayoría de los casos de femicidios que ocurren en el país.

EL DETALLE Datos. Según estadístic­as del Cepam, 8 de cada 10 mujeres sufren diferentes formas de violencia física o psicológic­a en el país.

Al menos la mitad de las 54 mujeres que fueron asesinadas entre enero y noviembre de 2018, de acuerdo a los indicadore­s de Seguridad Ciudadana del Ministerio del Interior, eran madres.

La cifra le da escalofrío­s a Annabell Arévalo, psicóloga de la Cepam. Lamenta aún más que la mayoría de huérfanos sea menor de edad, niños, como la nieta de Vitalia.

En una esquina de la sala de su casa, ubicada en el sur de Guayaquil, la niña decoró un altar para su mamá. Sobre una repisa blanca de plástico ha colocado muñecos y dibujos para que acompañen a las fotografía­s donde Nexi aparece sonriente.

La pequeñita de cachetes colorados y la sonrisa calcada de su madre, siempre la imagina como un angelito bañado de escarcha. La violencia no mancilló su inocencia, como la de otros niños que han sentido con horror cómo la vida de su madre se extingue frente a sus ojos.

Irene Peralta, la primera mujer asesinada este año, tenía tres meses de embarazo cuando su pareja le clavó un cuchillo una y otra vez en su vientre. Esto ocurrió delante de sus otros tres hijos, de 12, 8 y 5 años, el 3 de enero.

Los vástagos también fueron víctimas directas de la violencia de género, apunta Arévalo. No

LA FRASE Debe haber equidad e igualdad con los miembros de la familia para erradicar la violencia de género. TRATAMIENT­O PARA SABER

solo por ser testigos, también fueron protagonis­tas. Minutos antes de que Irene falleciera, el presunto criminal habría intentado envenenar a los infantes. La psicóloga explica que es común que el agresor utilice a los hijos para amedrentar o causar dolor a su madre.

Irene era de Cuenca, Azuay, pero según estadístic­as de la Red Nacional de Casas de Acogida para Mujeres Víctimas de Violencia, Guayas es la provincia con mayor número de femicidios. La Fiscalía registra 15 muertes hasta noviembre, de las cuales seis eran de Guayaquil, como Nexi.

El padre adoptivo de la fallecida, Luis Almeida, también llora. A pesar de que han pasado siete años desde su muerte, las lágrimas siguen saliendo igual que el día en que reconoció su cadáver en el carro de Medicina Legal. Ahora, su preocupaci­ón más grande es contestar otra de las preguntas que repite su nieta con más asiduidad: Si mamá está en el cielo, ¿dónde está papá?

No le ha dicho que está preso, ni mucho menos por qué. Tiene su esperanza puesta en un psicólogo que oriente a la menor de edad.

Arévalo confirma que es primordial que los hijos de mujeres asesinadas reciban atención especializ­ada para evitar traumas o lo que es peor, que la violencia se replique. “Los niños presentan insomnio, llanto súbito, depresión, ansiedad, se aíslan, no logran continuar con su aprendizaj­e...”, enumera entre las principale­s afecciones. Adicional a ello, otros familiares, como los abuelos o hermanos que quedan a su cargo también deberían recibir atención, sugiere.

Luis y Vitalia aún no se explican cómo han podido aguantar el dolor que les causó la muerte de Nexi. El padre encuentra la respuesta en la sonrisa y los abrazos de su nieta.

“Papá, cómpramele la leche a mi gordita”, le dijo Nexi la mañana en la que fue asesinada. Fue la última vez que Luis la vio con vida. Está seguro de que esa frase fue su forma de encomendar­le el cuidado y bienestar de su bebé.

Por eso, jura que lo hará hasta el día en que le toque reencontra­rse con Nexi, en aquel cielo escarchado que su niña ha dibujado para ella.

 ?? CARLOS YAGUAL / EXPRESO ?? Recuerdos. Vitalia y su nieta miran el altar que la pequeña ha elaborado para su mamá muerta.
CARLOS YAGUAL / EXPRESO Recuerdos. Vitalia y su nieta miran el altar que la pequeña ha elaborado para su mamá muerta.

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