E-mail: jorgedelgadoguzman31@gmail.com Alfredo Di Stéfano, un inolvidable del fútbol
Hace ya 6 años estuve en Madrid, y lógicamente era imposible no visitar el estadio Santiago Bernabéu. Pagué mi tiqué, y precedido por guías y con más aficionados, comenzamos el recorrido de rigor.
De pronto pasamos por una oficina muy bien iluminada, amplia y llena de trofeos y diplomas. La hacía más que importante el hecho que, ante un elegante escritorio, uno de los más famosos jugadores de fútbol de todos los tiempos, don Alfredo Di Stéfano, se encontraba haciendo anotaciones. Pedí que me permitieran hablar con él, pues había sido su contrincante en el inolvidable partido de 1952, durante el cual Barcelona de Guayaquil ganó al Millonarios de Colombia, que justamente venía coronándose como campeón del mundo.
A través de sus lentes sostenidos en la punta de su nariz, miró y aceptó mi visita. Saludamos como lo habíamos hecho años atrás. Recordó con claridad el partido, y por supuesto, mi actuación en el mismo.
“Recuerdo mucho a Ecuador, porque me inicié en el Sudamericano de 1947, en Guayaquil, integrando la selección de Argentina. Fui como suplente de Pontoni y terminé como titular indiscutible.
Durante el Sudamericano residíamos en un hotel ubicado en las calles Pedro Carbo y 9 de Octubre; frente a nuestro alojamiento estaba la Sociedad de Beneficencia Española. Todas las tardes, cuando terminábamos nuestras prácticas, saludábamos y dábamos besos volados a la gran cantidad de muchachas que, asomadas en el balcón de la institución, se mostraban admiradoras del equipo argentino.
Fuimos campeones invictos con un equipo inolvidable. Retorné a Ecuador en muchas ocasiones después de mi retiro del fútbol, siempre fui bien recibido y respetado por una afición que gustó de lo que hacía y sobre todo recuerda con agrado el triunfo de Barcelona sobre Millonarios de Colombia por 1– 0”, me dijo.
Por supuesto, la entrevista fue algo inolvidable y se junta a lo bien recordado del triunfo de Barcelona de Ecuador sobre Millonarios de Colombia. Coincidentemente tanto Di Stéfano como el autor de esta columna, nacimos un 4 de julio, por supuesto, en diferentes años.