¿Conviene al país una Cicig?
Algunas voces de la sociedad civil empiezan a sonar insatisfechas con los procesos de investigación a supuestos actos indebidos en los últimos años; pero no solo con ello, sino con la visible falta de confianza en las instituciones que están llamadas a investigar, juzgar y de ser el caso condenar conductas incorrectas.
No se trata de ir a buscar personas para que purguen penas porque el imaginario popular piensa que existió algo indebido, se trata de investigar con profundidad, despojados de odios y revanchas, y mostrar la verdad a la sociedad. En esa tarea diversos sectores cuestionan cualquier posibilidad de que nuestras instituciones sean capaces de ejecutarla, y claman por la participación de una comisión como la Cicig (Comisión Contra la Impunidad en Guatemala), que con el auspicio de la ONU tenga la independencia y poder para investigar, encauzar y condenar a quien sea, sin límites. Nadie había planteado públicamente un criterio disidente hasta que la semana pasada en su columna de un diario local, Gabriela Calderón valientemente se pronunció en contra, mencionando algunos hechos cuestionables de lo ocurrido en Guatemala. Inmediatamente escribí a mis compañeros de estudios guatemaltecos para pedir su opinión sobre lo ocurrido en su país, y sus respuestas estuvieron divididas. Había quienes consideraron que la Cicig había ordenado en algo las cosas, evidenciando buena parte de actos corruptos, hasta quienes mostraban preocupación por una institución que otorgó poderes ilimitados a personas que terminaron mezclando su ideología y trasladando su lupa solo a ciertos sectores.
Al final del día el tema se resume en si tenemos los ecuatorianos la capacidad para autodeterminarnos (no debería extrañarnos si ya antes extranjeros nos vinieron a decir que la deuda externa era ilegítima), y si la respuesta es que no, hasta qué punto alguien de fuera lo puede hacer mejor, y cuáles serían los contrapesos, controles y salidas que se deberían establecer para que no se convierta en un ente de poder ilimitado, que es precisamente otra cara de la moneda del autoritarismo.
...se trata de investigar con profundidad, despojados de odios y revanchas, y mostrar la verdad a la sociedad’.