Un año para actuar
Esperemos que en 2019 comience a invertirse la tendencia histórica. En 2018 las divisiones intra e internacionales no dejaron de profundizarse. Y a la par de la transformación que las tensiones geopolíticas y el tribalismo político han provocado en las relaciones internacionales y en la política nacional, nuevas tecnologías trastocan viejos supuestos sobre seguridad, política y economía. Esto se complica más por la creciente interdependencia de nuestras sociedades. Todos estamos cada vez más sujetos a fuerzas que escapan al control de cualquier país, ciudad o persona por separado (sobre todo en el cambio climático). Cuánto cambió en tres décadas. Allá por 1989, el colapso del bloque soviético parecía augurar el triunfo de los principios y valores de la democracia liberal. La creación ese mismo año de la World Wide Web prometía una nueva era de florecimiento para la humanidad y de cooperación internacional. En vez de reemplazar los ideales nacionales con valores compartidos, la globalización llevó a una competencia feroz, a la decadencia de los Estados de bienestar y a la corrosión de las instituciones internacionales. Y aunque técnicamente hay más democracias hoy que en 1989, muchas se están volviendo más iliberales. Políticas defectuosas de promoción de la globalización nos abandonaron y contribuyeron a una creciente desigualdad. Y la inteligencia artificial y la automatización amenazan con reemplazar los puestos de trabajo rutinarios y acentuar las divisiones sociales. ¿Podrán la dirigencia política y la ciudadanía reunir la voluntad para encarar las amenazas compartidas, o vamos camino de una mayor fragmentación? Mucho dependerá de las medidas que se tomen en 2019. Hoy más que nunca, debemos hacer frente a los motores del cambio, cada vez más rápidos e interdependientes. Las autoridades deben tomar medidas para proteger a los más vulnerables. Se están eliminando redes de seguridad social precisamente cuando la gente más las necesita. Todos tenemos que poner manos a la tarea de comprender y controlar la globalización. Eso implica abandonar el anticuado paradigma del siglo XX que divide la política en izquierda y derecha, socialismo y capitalismo. La política de 2019 gira en torno de valores; por eso los partidos políticos tradicionales están siendo desplazados por otros que apelan al sentimiento nacional y a fantasías nostálgicas. Hasta ahora, la revolución política en desarrollo estuvo signada por rabia y frustración. Pero es posible (y necesario) encauzar esos sentimientos y ponerlos al servicio del cambio constructivo. Para lograr una globalización inclusiva tenemos que hacer frente a la desigualdad creciente, abrazar la diversidad y rescatar la cooperación internacional del espectro del unilateralismo. Nunca hubo tanto en juego como en 2019. Cuando la política está supeditada al extremismo, a los algoritmos, a las noticias falsas y a la manipulación extranjera, la democracia misma está en peligro. Sin un involucramiento más activo de autoridades y dirigencias políticas no puede haber esperanzas para el futuro. Los cambios en curso nos afectarán a todos, participemos o no de la conversación y la única salida es mejorar nuestra comprensión y dialogar con ideas complejas. Sin la acción de personas audaces, el rumbo de la historia no virará por sí solo hacia la justicia o a mejores resultados.
La creación ese mismo año de la World Wide Web prometía una nueva era de florecimiento para la humanidad y de cooperación internacional’.