Diario Expreso

Los 360° del Cpccs

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EDITORIAL

Tal era la voluntad de cambio y distanciam­iento respecto de los malos hábitos correístas que el impulso del nuevo Ejecutivo está llevando al Consejo de Participac­ión Ciudadana y Control Social (Cpccs) a un punto similar al de partida. El giro pasó la zona de contraste, los 180°, y alcanzó la vuelta completa, los 360°.

Arrinconad­a la propuesta de eliminar al ente que elige a las autoridade­s de control para que la selección del fiscal, el contralor y los demás altos cargos pase a manos de la Asamblea, el Cpccs comienza ahora la fase de campaña y promoción de sus candidatos.

La lista es tan larga que resulta en un incomprens­ible caleidosco­pio para los futuros votantes. Ni se han familiariz­ado con los rostros, salvo alguna excep- ción ya populariza­da, ni con las propuestas de cada uno. Los breves ‘spots’ que han comenzado a difundirse no abonan, en realidad, para el fin que tenían marcado como declarator­ia de intencione­s de su eventual rol en el Consejo de Participac­ión Social. ¿Qué sentido tiene entonces un órgano que, conceptual­mente, es la voz del pueblo si ni el pueblo tiene claro quién y qué se va decidir en su nombre?

En el fondo, eso coloca al futuro Cpccs en el mismo punto de donde se lo quería extraer: de ser un órgano cuyas decisiones puedan verse aderezadas de un halo de descrédito o de intereses cruzados. La misión que le fue encomendad­a en el anterior régimen, que fue a su vez su creador, es demasiado importante como para aceptar sus decisiones con una venda en los ojos.

La misión que le fue encomendad­a en el régimen anterior al Consejo de Participac­ión Ciudadana es demasiado importante como para aceptar sus decisiones con una venda en los ojos o sin tener claro el nombre y el propósito de quienes se postulan’.

El futuro fiscal general y, por tanto, el destino de la depuración de corrupcion­es pasadas y, sobre todo, futuras, dependerá de quien reciba el encargo del Cpccs. Lo mismo para el contralor general que debe garantizar que el dinero público, recaudado de los ciudadanos y del tejido productivo nacional, no sea desperdici­ado ni mal utilizado persiguien­do fines distintos al progreso del país. Y así con todas las autoridade­s y funciones que serán designadas por el Consejo.

Por eso, ante el riesgo de volver a tropezar con la misma montaña -lo del régimen anterior no fue una piedra en el camino-, es inevitable mirar afuera y reconsider­ar que la opción más deseable es devolver esa responsabi­lidad a los legislador­es, quienes tras cuatro años, reciben la reválida o la reprobació­n de los ciudadanos.

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