¿Cuál es el pensamiento de Xi Jinping?
En octubre de 2017, el 19.º Congreso Nacional del Partido Comunista de China incorporó a la Constitución del partido una nueva doctrina política: el Pensamiento de Xi Jinping sobre el socialismo con características chinas para una nueva era”. Ahora que China, en veloz modernización, es uno de los principales actores globales, es tentador desestimar esta doctrina como una anacrónica “jerga partidaria” de tiempos idos. Pero cinco meses después de la modificación de la Constitución, la Asamblea Popular Nacional derogó el límite de mandatos presidenciales. De no mediar un terremoto político, Xi puede seguir siendo presidente por, tal vez, otros veinte años. La doctrina que lleva su nombre moldeará el desarrollo de China y su actuación internacional por varias décadas (o más). La inclusión del nombre y del pensamiento de Xi en la Constitución del PCCH lo exaltó al mismo nivel del padre fundador de la República Popular, Mao Zedong, y del arquitecto de la modernización de China, Deng Xiaoping. Xi es el líder chino más poderoso desde Mao pero no es maoísta. Xi comparte con Liu Shaoq, primer presidente de China bajo Mao, el anhelo de ejercer el control a través del PCCH, y espera que este tome la delantera (y aplique su Pensamiento) en todas las áreas públicas: política, militar, civil y académica. Deng y sus sucesores continuaron la apertura de China a Occidente, y se mantuvieron dispuestos a tolerar la difusión (con ciertos límites) de algunas ideas liberales. No es el caso de Xi. No hay lugar para la experimentación política o los valores liberales en China, y la democratización, la sociedad civil y los derechos humanos universales son tabú. Profundizar la reforma implica consolidar el control sobre el PCCH (con su “campaña anticorrupción”) y sobre la población, lo que incluye el uso de tecnologías de inteligencia artificial avanzadas. Xi confía en que este autoritarismo digital impedirá el arraigo y la difusión de ideas liberales o democráticas, aunque China siga conectada al resto del mundo. Los ciudadanos chinos podrán ser libres en cuanto consumidores e inversores, pero no como participantes en la sociedad civil o en el debate cívico. Manejar la tensión entre la apertura internacional y el control estatal es esencial para alcanzar otro objetivo clave de la doctrina de Xi: “hacer grande a China de nuevo”. Esto implica alentar un nacionalismo centrado en el Partido, de modo que los ciudadanos abracen la primacía del PCCH y de Xi. Quienes se demoren en cumplirlo podrían ser objeto de vigilancia, e incluso terminar en los campos de reeducación. También implica proyectar poder y liderazgo en la escena internacional, garantizando que China esté en la vanguardia tecnológica. Para ello, el Estado está dando todo su apoyo a las grandes empresas nacionales de sectores de avanzada, según la estrategia oficial Made in China 2025, que para sus competidores (especialmente Estados Unidos) es una forma de competencia desleal. No es coincidencia que Estados Unidos haya puesto en la mira a Huawei, una empresa con un nivel de apoyo estatal inédito para cualquier país en tiempos modernos. El objetivo del Pensamiento de Xi Jinping no es iniciar una guerra fría con Occidente o exportar el modelo político de China. Más bien, Xi quiere reforzar la autoridad del Estado-partido (y su propia variante de autoritarismo) dentro de China, lo que incluye asegurar que los chinos no estén expuestos a ideas democráticas liberales. Comprender esto es esencial para que el mundo pueda relacionarse eficazmente con una China cada vez más formidable.
A diferencia de Mao, para quien el caos era estimulante, Xi comparte con Liu el anhelo de ejercer el control a través del PCCH, y espera que este tome la delantera en todas las áreas públicas...’.