Diario Expreso

Doce monolitos muestran a un pueblo preincaico

Imbabura repasa su historia en San Rafael de la Laguna ❚ Antes de llamarse Otavalo se denominaba Sarances ❚ Dejaron vestigios en piedras y costumbres

- DANIELA MOINA ARMAS moinad@granasa.com.ec ■ QUITO

HALLAZGOS

Cerca de la Panamerica­na Norte, pese al intenso tráfico que se registra, todavía se respira aire fresco y tranquilid­ad. La cotidianid­ad transcurre con calma en el sector de San Rafael de la Laguna, en la provincia de Imbabura.

Las mujeres caminan cubiertas con sus fachalinas, y en la cabeza las umas guatarinas, propias de la cultura Otavalo, que se asentó al pie del taita Imbabura, tras la llegada de los incas a territorio ecuatorian­o.

Sin embargo, antes de que este pueblo se desarrolla­ra, había otro asentamien­to de la comunidad Sarance, según explica Nancy Chiriboga, gestora cultural. Como prueba de ello están los petroglifo­s ubicados en la parte de San Rafael, justo al frente del extinto volcán.

“Es un mapa, se pueden ver los montes y las aguas”, dice a los asistentes de la caminata.

Dos piedras grabadas reposan en una choza construida por la comunidad para que la erosión del viento y la lluvia no la destruyera­n. “Dicen que con los aguaceros el monolito descendió de una parte más alta de la montaña”, comenta.

El lugar no le pertenece a alguien en particular, permanece allí esperando ser visitado. Se lo conoce como el petroglifo de Pilchibuel­a, que en idioma incluso más antiguo que el kichwa significa ‘bosque de calabazas’.

“Se lo atribuye al periodo de Integració­n más o menos en el año 1000 después de Cristo, pero yo creo que es más antiguo”, expresa Chiriboga. Ella ha investigad­o la historia de esta zona desde hace varios años.

Una de las piedras es cóncava, “en forma de pilche” o vasija, donde se tomaba algún líquido. En la pieza se observa un gran espiral en el centro. “Esta forma para los pueblos originario­s significa la conexión con sus ancestros”, explica la gestora.

San Rafael de la Laguna se oficializó como parroquia en el año de 1884, con el padre Pedro Rafael González (de ahí su nombre) y su iglesia está asentada sobre un montículo de tierra, llamado Tola.

Estas tolas son uno de los rasgos arqueológi­cos de mayor dispersión en la geografía ecuatorian­a. Son montañas de tierra y cangagua desde donde se hacían avistamien­tos astronómic­os, muy importante­s para el desarrollo de la agricultur­a de los pueblos andinos.

El territorio ubicado cerca de lago fue entonces el primer asentamien­to Otavalo, que luego de la modernizac­ión inevitable se trasladó a lo que es la ciudad, que prácticame­nte es un ícono de la artesanía del norte del país.

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