Una vida dedicada al trabajo en arcilla
Las esculturas del artista azuayo destacan a la mujer de la ruralidad
La obra ‘Barro vivo’, del ceramista cuencano Fausto Bravo, de 68 años, revela la madurez de 45 años de creatividad. Es el arte en barro y fuego fundido a mano. Las obras se exponen en la Galería de los Oficios de la Casa de la Cultura, Núcleo del Azuay.
“Es el reflejo creativo de estampado en las artes plásticas que revelan las etapas de mi oficio”, expresa el artista.
En la mayor parte de sus esculturas devela a la mujer de la ruralidad; trabajadora y madre. Con el busto descubierto emula amamantar a un pequeño, mientras un segundo infante se ubica a los pies de la mujer. Es una de las principales obras expuestas; la más llamativa, por la forma de sus pies y sus manos, algo abstracta y pareciendo desconocer el principio de la proporción en el arte. Pero señala el artista que trata de expresar a su manera, que las madres son las protectoras de sus hijos.
Los pies y manos grandes simbolizan la fuerza y la energía del ser humano, asevera el artesano. Fausto Bravo es un artista que ha dedicado su vida al trabajo en arcilla, su obra se ha exhibido en algunas galerías de la ciudad, reseña la antropóloga Carmen Cordero. Dice que el artista “modela con delicadeza, decora con colores, con incisiones y como un homenaje a los elementos sagrados. Sus trabajos nos regalan un sinnúmero de sensaciones y sentimientos que son un deleite a los sentidos”, opinó Carmen Cordero.
Bravo es uno de los ceramistas azuayos más reconocidos, con varios años de experiencia y decenas de exposiciones. La propuesta del artista es variada, aunque la línea creativa que mantiene es la indigenista, con rasgos de las culturas ancestrales, y es por ellos que, en septiembre venidero, el Centro Interamericano de Artesanías y Artes Populares (Cidap) rendirá homenaje al artista con una muestra.
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