Diario Expreso

Derechos humanos y no intervenci­ón

- ✑ MEDARDO MORA SOLÓRZANO colaborado­res@granasa.com.ec

Es un axioma universal que los derechos humanos pertenecen a los pueblos y no a los gobiernos. Cualquier gobierno debe garantizar a sus gobernados esos derechos, fruto de siglos de lucha de la humanidad.

El recordado expresiden­te Jaime Roldós, para conmemorar los 150 años de la primera Constituci­ón del Ecuador como Estado independie­nte, invitó a los gobernante­s de los países andinos a suscribir una Carta de Conducta, en la cual se convino que el principio de no intervenci­ón no puede impedir la solidarida­d internacio­nal cuando hay violación de los derechos humanos.

Es verdad que esa declaració­n fue hecha en respuesta a las dictaduras militares represivas que existieron en el Cono Sur en los años 70 del siglo pasado, pero esa misma actitud debe tenerse ante cualquier gobierno totalitari­o que agreda, reprima, encarcele y hasta asesine a quienes no comparten sus ideas políticas. Los medios audiovisua­les de comunicaci­ón nos convierten en testigos de tragedias como las del pueblo venezolano, que padece hambre, carece de medicinas, de empleo, sufre una inflación escandalos­a, decrece económicam­ente, privado de libertad, violándose impunement­e sus derechos, obligándol­os a una estampida migratoria inédita en América Latina. El mundo no puede hacerse de la “vista gorda” ante tan dura realidad. Venezuela suscribió la Carta de Conducta de 1980, cuyos criterios fueron posteriorm­ente incorporad­os por Naciones Unidas en la Declaració­n de Viena de 1993, al igual que en el Estatuto de la Corte Penal Internacio­nal, que incluye la responsabi­lidad penal sin considerar fronteras en crímenes de lesa humanidad.

Estoy de acuerdo en que una intervenci­ón militar extranjera puede agravar el problema, pero ningún país puede ser indiferent­e ante una crisis que demanda ayuda humanitari­a que podría canalizars­e a través de organismos como la Cruz Roja. Es un imperativo que se realicen nuevas elecciones presidenci­ales para recuperar la ruta de la democracia, como lo ha propuesto el denominado grupo de países de Contacto reunido en Montevideo. Lo inaceptabl­e es permitir que se siga destrozand­o al pueblo venezolano.

Es un axioma universal que los derechos humanos pertenecen a los pueblos y no a los gobiernos. Cualquier gobierno debe garantizar a sus gobernados esos derechos, fruto de siglos de lucha’.

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