La hojalatería, arte que traspasa generaciones
Manuel Silva decidió no dejar desaparecer el oficio de su padre
Las levas y su sombrero de paño lo han acompañado por más de medio siglo en el arte de trabajar con los juguetes de lata en miniatura.
Manuel Humberto Silva, a sus 89 años, maneja con destreza cada uno de los instrumentos que dan forma a las figuras de los mas pequeños.
“A mi padre desde muy jovencito lo cautivó la hojalatería, oficio que heredó de mi abuelito Julio Silva”, manifiesta Martha. Desde el primer día en que se dedicó a esa labor su tarea fue la de realizar los primeros dobles y cortes en la lata y el tole. Desde allí le apasionó ese trabajo, que para don Julio representa entretenimiento y alegría.
Durante los 65 años que se ha dedicado a estar en su taller fabricando los diminutos objetos mantiene algunas herramientas antiguas que heredó de su progenitor.
Con lucidez, recuerda que antes de dedicarse a la hojalatería trabajaba en el ferrocarril reparando las máquinas de las locomotoras, hasta que a los 24 años decidió cambiarse de oficio y desde la provincia de Chimborazo emigró a la capital.
Llegó al Centro Histórico, donde arrendó un local en la calle Morales, sector La Ronda, donde ha perdurado 65 años, demostrando su arte a las distintas generaciones de quiteños y chagras. A quienes visitan el taller lo que le llama la atención es un mazo de madera que lo utiliza para doblar con delicadeza la lata y un antiguo cautín que sirve para soldar los objetos a distintas temperaturas de calor. “Pero cuando se tiene un oficio toda herramienta sirve”, comentó el artesano.
“No quiero que se pierda la tradición de mi padre, por eso vivo encantado de la vida trabajando mis pequeñitas obras de arte que fascinan a niños y adultos”, asegura el maestro hojalatero, quien nunca ha utilizado overol o mandil para sus labores en el taller.
“Siempre ha vestido formalmente: llega al taller, se saca la leva, y manos a la obra”, comenta su hija. En los primeros años de oficio se dedicó a elaborar en metal canales, bebederos y comederos para las aves, que eran adquiridos especialmente por dueños de criaderos.
Con el pasar de los años, el padre de familia decidió concentrar la mayoría del tiempo en la fabricación de toda clase de juguetes en miniatura.
El juego de la tiendita es el más admirado por los visitantes nacionales y extranjeros, porque contiene un sinnúmero de objetos, como el balde de leche, de agua, la cafetera, pala de basura, jarro, chuspa, bandeja de tostar café o de hornado, embudo, rallador y manilla. “Qué lindo, me recuerda cuando era niña y mi madrecita me regalaba uno de esos utensilios pequeñitos y jugaba a la cocinita”, cuenta admirada Norma Campoverde al conocer el taller de Silva.
DETALLE