VIDA JURÍDICA
La Academia está a la espera de que el Ministerio apruebe su solicitud de crearles personalidad jurídica. Esta afirmación sería el último paso para lograrlo.
Explican que por ejemplo, la primera televisora del país fue HCJB TV (actualmente conocida como Asomavisión), un proyecto creado por esta filiación para difundir el evangelio. Otro de sus logros también es la educación bíblica por correspondencia, que de hecho fue el primer sistema educativo a distancia que se conoció en Ecuador.
Pero, lejos de ver cómo el tiempo disuelve los rastros históricos de sus raíces religiosas, un grupo de cinco investigadores evangélicos se unió para conformar la primera y única Academia de Historia y Patrimonio Evangélico del Ecuador (AHPEE).
Según Castro, quien preside esta asociación, es imperante no perder la memoria histórica para que las nuevas generaciones conozcan “dónde y cómo se formó el pueblo evangélico”, cuyos indicios datan de 1820.
Junto a él, expertos como Timoteo Guerrero, José Rodríguez, Estuardo López y Julián Guamán trabajan en la recolección de datos que les permitirá la creación del libro ‘Cronograma de la historia evangélica en el Ecuador’.
Además de ello, la academia también propone impulsar la creación de la materia ‘Historia de los evangélicos del Ecuador’ dentro del pénsum del seminario así como la organización de “conferencias y talleres para capacitar y ofrecer nuestros aportes en este campo”, afirma Estuardo López, uno de los miembros de la institución.
Aunque AHPEE está conformada solo por cinco personas, López asegura que prevén un gran crecimiento a mediano plazo. “Existen ya evangélicos interesados en la Historia que han desarrollado tesis de grado en algunas universidades, tenemos que identificarlos e invitarlos a ser parte de la Academia”.
Timoteo Guerrero, miembro y presidente de la convención bautista ecuatoriana, asegura que su comunidad religiosa ha brindado aportes a nivel de comunicación, salud y arte; sin embargo, lamenta que estos no suelen ser atribuidos a los evangélicos.
“Somos nosotros los que habiendo visto y oído lo que hicieron los misioneros, tenemos la tarea de compilar y publicar. Ese es el deber de la academia”. Y añade con una voz que esconde un matiz de tristeza, “la Iglesia evangélica debe hacer presencia por sí misma, porque los libros no nos cuentan”.