Dinero sucio en las elecciones
Alas anomalías conocidas y denunciadas en los procesos electorales ecuatorianos se suma hoy una especialmente preocupante, vinculada al financiamiento de las campañas. Siempre ha inquietado al respecto la desproporción, que el fondo partidario no subsana, peor todavía cuando se escuchan voces que propugnan su desaparición.
Sin duda, y lo he vivido, la capacidad de hacer propaganda respecto a una determinada candidatura, influye notablemente en la definición del elector.
‘Fulano’ es bueno -se ha dichopero, no va ganar, porque no tiene propaganda.
Si lo señalado es una aberración aún vigente, el origen de los fondos genera nuevas inquietudes y está bien que se lo haya planteado como tema a considerar.
Para nadie es misterio la magnitud alcanzada por el narcotráfico. Las revelaciones recién llegadas desde del juicio al Chapo Guzmán, convalidan las advertencias efectuadas antes respecto al riesgo de ser un país sometido a sus sucios manejos, que entre otras actividades tienen la de financiar las campañas de los que por falta de escrúpulos y exceso de ganas de alcanzar poder están dispuestos a “vender su alma al diablo” y no se diga entonces, a recibir financiamiento originado en diversas formas de corrupción, trátese de asalto a los fondos públicos o dinero proveniente del narcotráfico.
El tema no es un asunto menor y del mismo deberían de ocuparse las autoridades electorales, transparentando ex ante, el origen de los recursos que sostienen el gasto electoral de los aspirantes a servir a las ciudades y las provincias. Y sobre todo de quienes tendrán a su cargo la participación ciudadana
Lo recientemente denunciado por Verdesoto y Pita’.
y el control social.
El origen de los recursos debería constituirse, en los casos de tenerlo oscuro y delincuencial, en otra forma de fraude y una nación que aspira a constituirse en democracia no debería permitir que, sustentada en ese tipo de medios, se logre captar dignidades de elección popular, que luego van a recibir presión para que se les devuelva el favor, con diversas formas de trato privilegiado. Sin alarmar, cabe no desestimar la alerta recién hecha.