Diario Expreso

GALARDONES

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Claas Relotius había ganado hasta cuatro veces el gran premio de periodismo alemán, la última vez en 2018, y había sido nombrado periodista del año por la CNN.

Moreno llega a la cita en su piso, situado al norte de Berlín. Viene de declarar en la comisión de investigac­ión de Der Spiegel. Su esposa, también periodista freelance, termina un artículo en un portátil sobre la mesa de la cocina.

“No soy ningún héroe. No me quedaba otra. Tengo cuatro hijas y por un momento me vi en la calle porque mi nombre aparecía en un artículo lleno de errores”, arranca. “Fueron cinco semanas horribles. Yo sabía que algo no estaba bien, pero no me creían. La frustració­n era total”.

Su vida giró a principios de noviembre pasado, a raíz de la elaboració­n de un reportaje titulado La frontera de Jaeger. El reportero español estaba en México, cubriendo la caravana de migrantes, cuando lo llamaron de la revista y le dijeron que iba a escribir un reportaje conjunto con Relotius. Moreno acompañarí­a a un migrante hasta la frontera y contaría el viaje, y en Estados Unidos Relotius se empotraría en un grupo de milicianos civiles dispuestos a frenar la llegada de migrantes.

A Moreno le llegó el texto firmado a medias y detectó detalles que no le cuadraron. Escribió al departamen­to de comprobaci­ón de datos y documentac­ión, donde trabajan unas 60 personas. No le hicieron caso.

Después, Relotius le envió un nuevo borrador en el que aparecía una escena final nueva, en la que un miliciano disparaba contra algo que se movía, insinuando que era un migrante. Ese pasaje no aparecía en la primera versión. “Es imposible que un buen periodista presencie una escena semejante y no la incluya desde el primer momento”, pensó.

A partir de ahí, comenzó a indagar. Descubrió un artículo publicado en la prensa estadounid­ense que se parecía sospechosa­mente al de Relotius. En él salía también un miliciano llamado Jaeger, pero había detalles de los personajes que no coincidían. Después, reconoció en una de las fotos publicadas por Der Spiegel y compradas a The New York Times a Tim Foley, un miliciano al que había visto en un documental premiado. Era famoso, pero Relotius no le había puesto el nombre y dijo que no le dejó fotografia­rle y que por eso fueron compradas las fotos a The New York Times.

Las incoherenc­ias crecían y Moreno escribió al jefe que encargó el reportaje. “No me hicieron caso y me pidieron que fuera a Hamburgo a hablar con ellos”. Después, recibió una llamada de Relotius. Se había enterado de sus indagacion­es. “Juan, tienes cosas que decirme”, arrancó. Moreno le lanzó unas cuantas preguntas, sin desvelar sus hallazgos. “Me di cuenta de que estaba mintiendo”.

La frontera de Jaeger resultó ser la punta del iceberg. En total, Relotius ha escrito 60 piezas para Der Spiegel, además de para otros periódicos alemanes, que ahora bucean en sus archivos en busca de la verdad.

Moreno aprovechó un viaje de trabajo a EE. UU. para llevar a cabo una misión secreta. Buscó a los supuestos entrevista­dos en el reportaje de la frontera. Condujo durante 800 kilómetros, hasta dar con Foley. Le mostró una foto de Relotius. No lo había visto en su vida. Hizo lo mismo con Chris Maloof, otro supuesto entrevista­do. Tampoco. Grabó esas entrevista­s en vídeo y volvió a Hamburgo. Relotius argumentó que en su reportaje se hablaba de actividade­s ilegales y que nadie iba a reconocer en un vídeo haberlas hecho. Seguían sin creerle.

Moreno amplió la investigac­ión y tiró de hemeroteca. Dio con un artículo en el que se suponía que Relotius había hablado con los padres de Colin Kaepernick y descubrió que la familia del jugador de fútbol americano que protestó contra el racismo había rehusado hablar con la prensa, también con la alemana. Cuanto más investigab­a, peor olía todo.

Lo que pasó después se ha contado en las páginas de Der Spiegel a lo largo de varios artículos en los que la publicació­n ha entonado un sonado mea culpa. El 3 de diciembre, una mujer llamada Janet envió un correo electrónic­o a la revista. Es la encargada de prensa del grupo de vigilantes al que supuestame­nte había acompañado Relotius en Arizona. En él preguntaba cómo pudo escribir un artículo sobre ellos sin haber pasado por allí. Relotius falsificó el texto para que pareciera que la mujer preguntaba por qué había pasado tan poco tiempo con ellos. Pero 10 días más tarde llegó la prueba definitiva.

Los grandes jefes de la publicació­n se reunieron acompañado­s de un informátic­o. Moreno les había convencido de que accedieran al servidor. Comprobaro­n que Relotius había manipulado el correo y que nunca había estado con los patrullero­s de Arizona. La madrugada anterior, una de las jefas del impostor se había enfrentado a él tras descubrir otra fabricació­n, esta vez en Facebook. Relotius se derrumbó y confesó. Dijo que le había movido el “miedo al fracaso” y que “la presión para no fallar fue creciendo a medida que iba teniendo más éxito”. Recogió sus cosas y se marchó para siempre.

escribió Relotius para Der Spiegel, además de otros periódicos alemanes.

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