Impunidad e indiferencia
EDITORIAL
La corrupción se ha vuelto parte del paisaje. Cada semana surgen nuevas denuncias en entidades públicas sobre el mal uso de los recursos, lo cual moviliza por instantes a las autoridades respectivas y a los medios de comunicación, mientras que la comunidad se pregunta ¿hasta cuándo tanto atraco?
Sin embargo, la indignación dura lo que tarda en llegar una nueva denuncia, y el círculo se repite: noticias en los medios, reacciones de distintos sectores y la defensa de los involucrados -en vivo o a través de las redes sociales-, que reclaman su inocencia como una cuestión de vida o muerte.
A esto se suma la advertencia de tomar medidas legales contra quienes publiquen noticias que lesionen su honor y buen nombre, con el fin de amortiguar el golpe mediático cuando se ponen en evidencia.
Es por eso que esta especie de lógica macabra termina por imponerse, mientras los implicados se pasean por las calles con la frente en alto, como si nada hubiera pasado, pese a que todas las pruebas apuntan en su contra.
En tanto esto ocurre, la sociedad entra en una especie de catarsis provocada por el fantasma de la impunidad, que corroe hasta las fibras más íntimas de la ciudadanía y que ahoga los gritos de indignación que deberían perturbar a todas las esferas del poder.
Ante la falta de castigo, buena es la indiferencia y, lo que es peor, el cinismo de quienes están llamados a dar la cara a la justicia,
Mientras la inmoralidad campea, la sociedad entra en una especie de catarsis provocada por el fantasma de la indiferencia, que anula cualquier capacidad de movilización’.
pero que se fagocitan con la única finalidad de no responder ante tanta inmoralidad.
Así, el país ya ni se inmuta tras un nuevo indicio de desvergüenza nacional, porque al final será como todos, periódico de ayer, que no convoca ni moviliza a una sociedad cansada de lo mismo, pero cada vez más adormecida.
Por eso es urgente un baño de verdad y de transparencia, que la lucha contra la corrupción deje de ser un simple discurso y se convierta en el arma que por fin sancione al transgresor para devolver la esperanza.
Mientras tanto, el número de casos seguirá creciendo, así como la indiferencia de quienes están llamados a defender el tan vilipendiado sistema judicial ecuatoriano. ¿Hasta cuándo? Hasta el próximo escándalo.