Alóag venera al Cristo incrustado en un tronco
El Señor del Casanto despierta la fe de los habitantes de un barrio ❚ Los devotos prestan sus casas para los rezos al santo
Apesar del silencio reinante, los rezos de los fieles al Señor del Casanto, se empezaban a escuchar en el barrio La Banda, que se ubica en Alóag, parroquia del cantón Mejía. Es paso obligado para ir a Santo Domingo de los Tsáchilas.
La hora del encuentro de los devotos de aquel santo se pactó a las 18:00. Mayra Tayupanta fue en esta ocasión la prioste que ofreció su casa para realizar la novena.
“Hacemos esto por la fe que le tenemos”, manifiesta la moradora, acerca de la imagen que ha sido el depósito de rezos durante décadas. La habitante de 35 años manifiesta que desde que tiene uso de razón, sus parientes y ella han formado parte de esta tradición religiosa en la localidad.
Tayupanta es integrante del grupo de personas que prestan sus domicilios para llevar la imagen de un Cristo que está crucificado y empo- trado en un pedazo de tronco, similar al de un árbol.
Lo que la gente hace es reunirse en un determinado inmueble para orar en nombre del Todopoderoso, por un lapso aproximado de una hora. Se lo realiza días antes de que llegue el carnaval.
Por lo general, los fieles se congregan por nueve días, aunque pueden tomarse un poco más de tiempo para celebrar este tipo de ritos. Tayupanta explica que son las mismas personas las que se ponen de acuerdo a fin de distribuirse y obtener un turno para la novena.
La directiva de cada barrio invita a la gente para que sean ellos quienes se ofrezcan a poner sus casas para los rezos, “lo hacen quienes tengan buena voluntad”, asegura la mujer, antes de la llegada de sus vecinos.
Una de ellas es Lastenia Castañeda, quien acude a ofrecer sus oraciones en los hogares más cercanos al suyo. “Conozco que el santo es nativo de aquí, de Alóag. Se lo saca de barrio en barrio para que lo adoremos”, indicó.
Ya en los días de carnaval, lunes y martes de cada año, se hace una procesión general después de las novenas. Hay desfiles, danzas tradicionales y luego se hace una misa para todos los pobladores.
Es que aquel Jesús crucificado tiene una historia singular y el padre Mauricio Sabando, párroco de la localidad la conoce.
Durante ese tiempo, el sacerdote conoció un poco del pasado del sector. “Antiguamente había una hacienda, la de Gualilagua. Allí, un leñador estaba cortando un árbol de casanto”, indica el religioso.
En ese momento, de los destajes empezó a salir sangre, como si la planta estuviera herida. Conforme se abría paso el hacha, la imagen del Hijo de Dios se fue descubriendo.
Pasó el tiempo y el milagro se regó por la pequeña comuna de aquel tiempo. Poco a poco fue ganando adeptos católicos la imagen, incluyendo a los choferes, sus más fieles seguidores.