Fuera la dictadura llanera
Se dice que una intervención armada externa contra Venezuela lograría expulsar a Maduro y restablecería la democracia en ese país. Muchos piensan que no hay otra opción en vista de que la vía diplomática no ha funcionado hasta el momento.
Es evidente el sello del gobierno cubano sobre el régimen de Maduro. Recordemos que los Castro han estado en control de Cuba desde hace casi 60 años y a pesar de todas las barreras que les levantaron, siguieron campantes. No pudieron moverlos del poder ni un solo centímetro. Ni siquiera cuando décadas atrás les lanzaron una maltrecha intervención armada que fracasó y consolidó en el poder a la dictadura cubana.
En vista de las graves consecuencias que trae para las naciones beligerantes, la intervención armada es una herramienta de última instancia. Es complicado que un país tome esta medida, salvo que se trate de un asunto que atente contra la seguridad nacional. Veremos las acciones que se tomarán si las huestes de Maduro atentan contra Guaidó. El cogobierno de Cuba y Venezuela sabe qué raya no debe cruzar para evitar la sentencia de muerte de la dictadura llanera.
El fraccionamiento de las fuerzas armadas de Venezuela, podría ser el camino efectivo para lograr el cometido. El pueblo necesita apoyo militar y el uso de la fuerza para lograr liberarse del yugo dictatorial.
La delincuencia no se reprime con cartas diplomáticas, pues no maneja ese lenguaje, ni lo entiende. El Grupo de Lima corre el riesgo de transformarse en un conjunto de amigos de buenos sentimientos que acompañan en el dolor al caído. Maduro y sus acólitos se burlan y no por gusto; todas las acciones contra ellos han fracasado hasta el momento. La asfixia económica la han aplicado a otros países por décadas y, finalmente, los que sufren las consecuencias, son los ciudadanos que padecen todo tipo de penurias, mientras las cabezas de estos gobiernos dictatoriales, siguen cada vez más gordos y con ganas de quedarse hasta el final de sus días. Esperemos que pronto se encuentre el camino liberador, para expulsar al vulgar usurpador del poder.