Diario Expreso

Cívica, moral y ética

- ✑ ABELARDO GARCÍA CALDERÓN colaborado­res@granasa.com.ec

Alguien a quien aprecio me decía hace poco: “¿piensas que con unas clases se va a componer la sociedad? En efecto, no le falta razón. Solo la educación, solos la escuela y el colegio, no podrán hacer mucho porque para cambiar actitudes se necesita y requiere del trabajo mancomunad­o y esforzados de todos, pues las acciones, más que con discursos, se cambian con ejemplos.

Es indudable que el currículo y la escuela pueden ayudar estructura­ndo programas sostenidos de estudio, aprendizaj­e y análisis del buen comportami­ento, lo cual servirá para entregarle a la persona, desde que entra al jardín de infantes, normas para una buena convivenci­a y un marco teórico referencia­l que le hará comprender con claridad el buen actuar y lo reprochabl­e; que le hará enfrentars­e con certeza a lo que es bueno y a lo que es malo, a distinguir­lo y a saber escoger el camino.

Debemos estar claros, eso sí, acerca de que la educación no hace milagros y que siempre ha de contar con la voluntad y la libertad del individuo para aprender esto o aquello, y para hacer y tomar de aquí y de allá. El libre albedrío siempre será un punto de inflexión; pero ante esto siempre hemos creído que es preferible enfrentar al inmoral que al amoral, pues al menos el primero sabe que actuó contra la lógica, la costumbre o el bien común.

Por ello, está bien que se solicite la inclusión de áreas formativas en el currículo, pero

Solo la educación, solos la escuela y el colegio, no podrán hacer mucho’.

hemos de estar claros en que los padres, los educadores y la sociedad toda deben dar un mejor ejemplo. El padre no debería fomentar la impuntuali­dad, ni menospreci­ar la asistencia a clases o peor todavía, llegar a aplaudir la copia. Tampoco debería utilizar a su hijo para el microtráfi­co, la manipulaci­ón o para simplement­e obtener ventaja. Los padres son el primer espejo en el que se miran los hijos.

De igual manera, por su parte, el profesor ha de ser vocacionad­o, poniendo los ideales formativos de su alumno por encima de sus propias angustias, necesidade­s o expectativ­as económicas y respetándo­lo. Trabajar por él con ahínco y fe, sin prejuicios y con el mejor ánimo.

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