Cívica, moral y ética
Alguien a quien aprecio me decía hace poco: “¿piensas que con unas clases se va a componer la sociedad? En efecto, no le falta razón. Solo la educación, solos la escuela y el colegio, no podrán hacer mucho porque para cambiar actitudes se necesita y requiere del trabajo mancomunado y esforzados de todos, pues las acciones, más que con discursos, se cambian con ejemplos.
Es indudable que el currículo y la escuela pueden ayudar estructurando programas sostenidos de estudio, aprendizaje y análisis del buen comportamiento, lo cual servirá para entregarle a la persona, desde que entra al jardín de infantes, normas para una buena convivencia y un marco teórico referencial que le hará comprender con claridad el buen actuar y lo reprochable; que le hará enfrentarse con certeza a lo que es bueno y a lo que es malo, a distinguirlo y a saber escoger el camino.
Debemos estar claros, eso sí, acerca de que la educación no hace milagros y que siempre ha de contar con la voluntad y la libertad del individuo para aprender esto o aquello, y para hacer y tomar de aquí y de allá. El libre albedrío siempre será un punto de inflexión; pero ante esto siempre hemos creído que es preferible enfrentar al inmoral que al amoral, pues al menos el primero sabe que actuó contra la lógica, la costumbre o el bien común.
Por ello, está bien que se solicite la inclusión de áreas formativas en el currículo, pero
Solo la educación, solos la escuela y el colegio, no podrán hacer mucho’.
hemos de estar claros en que los padres, los educadores y la sociedad toda deben dar un mejor ejemplo. El padre no debería fomentar la impuntualidad, ni menospreciar la asistencia a clases o peor todavía, llegar a aplaudir la copia. Tampoco debería utilizar a su hijo para el microtráfico, la manipulación o para simplemente obtener ventaja. Los padres son el primer espejo en el que se miran los hijos.
De igual manera, por su parte, el profesor ha de ser vocacionado, poniendo los ideales formativos de su alumno por encima de sus propias angustias, necesidades o expectativas económicas y respetándolo. Trabajar por él con ahínco y fe, sin prejuicios y con el mejor ánimo.