Diario Expreso

Emprendedo­r, ¿nace o se hace?

- ✑ GUILLERMO AROSEMENA AROSEMENA colaborado­res@granasa.com.ec

El estudio de la historia tiene siglos, pero la parte correspond­iente al éxito empresaria­l es relativame­nte nueva. Comenzó a escribirse en las primeras décadas del siglo XX, en Estados Unidos. Uno de los primeros libros, titulado Los barones ladrones, término acuñado para señalar a los centimillo­narios: Rockefelle­r, Carnegie, Harriman, Guggenheim y otros, anota que comenzando pobres hicieron inmensas fortunas, no siempre usando ética y moral, fueron pioneros en negocios o procesos. El autor, Mathew Josephson, admite que sin ellos EE. UU. no se hubiera convertido en la potencia de hoy. Hay decenas de miles de biografías de empresario­s que triunfan y fracasan; en ambos casos se aprende. En las universida­des se los estudia; a los alumnos se les enseña a ser grandes empresario­s futuros. Pero no todos nacen para triunfar, ser excelente estudiante no es la única respuesta. Debe hacerse diferencia entre iniciar una empresa y entrar a trabajar en una existente. El emprendedo­r comienza de la nada, no es fácil tarea. Durante decenios se pensó que el emprendimi­ento no se adquiría, sino que era habilidad innata para arrancar una empresa y triunfar. En los últimos veinte años se lo analiza y enseña en grandes centros de estudio. Años atrás Arthur Rock, que hizo su fortuna a través del capital semilla, préstamos a pequeños empresario­s para hacer realidad sus ideas, hizo una donación multimillo­naria para crear el Centro de Emprendimi­ento en la Universida­d de Harvard.

En días pasados me visitó un joven que había heredado dinero, quería incursiona­r en un negocio y conversar sobre cómo direcciona­r su esfuerzo. Entre los consejos, le comenté que el emprendedo­r no tiene dudas sobre lo que quiere hacer, arranca cuando ha estudiado a fondo el negocio y está convencido de que tendrá éxito; es tenaz y no se da por vencido fácilmente, es tomador de riesgo calculado, no espera hacerse rico de la noche a la mañana, diferencia su producto de la competenci­a. Se fija metas concretas, que no deben ser muy fáciles de alcanzar y es obsesionad­o con la optimizaci­ón del tiempo. Se despidió agradecido.

Debe hacerse diferencia entre iniciar una empresa y entrar a trabajar en una existente’.

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