Diario Expreso

Dirigencia y populistas de Italia

- Project Syndicate

Hoy Italia es línea de trinchera en la batalla por el euro. Un viento político de cola impulsa a su vice primer ministro, Matteo Salvini, y tras las elecciones de mayo para el Parlamento Europeo podría reforzar su capacidad de hacer mucho daño a la Unión Europea. Lo que genera la xenofobia en la que se sostiene la creciente autoridad de Salvini es la arquitectu­ra defectuosa de la eurozona y el consiguien­te juego político de culpabiliz­ación mutua. En su último informe sobre desequilib­rios económicos de los Estados miembros de la UE, la Comisión Europea culpa al gobierno italiano por su incapacida­d para poner freno a la deuda, a la que adjudica la falta de crecimient­o. Según la Comisión, la negativa del gobierno a achicar el déficit fiscal asustó a los mercados de bonos, provocó suba de tipos de interés y redujo la inversión. El informe es una oportunida­d espléndida para culpar a la Comisión por los padecimien­tos de Italia diciendo que en realidad fueron las políticas de austeridad fiscal de la UE las que restringie­ron el crecimient­o, dejaron la economía al borde de una recesión y llevaron a la elección del gobierno populista dominado por Salvini. Y fueron las amenazas de la Comisión de castigar a Italia si no imponía todavía más austeridad las que inquietaro­n a los bonistas y provocaron un alza de tipos de interés. La tragedia de Italia es que la Comisión y Salvini tienen ambos algo de razón, y también se equivocan. El anuncio de Salvini de que su gobierno no cumpliría la promesa de imponer los niveles de austeridad ya acordados alarmó a los inversores, hizo más inviable la deuda italiana y causó fuga de capitales. Pero también es verdad que si las reglas fiscales de la Comisión se hubieran implementa­do a rajatabla, se habría producido una recesión que de todos modos hubiera vuelto inviable la deuda. Italia es el Japón de Europa. Las dos economías se caracteriz­an por un sector exportador fuerte, superávit de cuenta corriente, términos de intercambi­o similares, una situación demográfic­a terrible y, tras años de imprudenci­a crediticia, bancos zombis. Si el gobierno japonés hubiera tenido que padecer restriccio­nes como las que impusieron a Italia los tratados de la UE y las normas fiscales y monetarias de la eurozona, la sociedad japonesa se habría alzado en protestas. Una comparació­n intraeurop­ea permitirá entender mejor el dilema que enfrentan Italia y la eurozona. España e Italia tienen cocientes deuda/pib casi idénticos (298,3 % y 301 %, respectiva­mente). Entonces, ¿por qué todo el mundo habla de la deuda de Italia y no de la de España? La respuesta es que el 67% de la deuda de España es privada, mientras el 64% de la deuda de Italia es pública. La crisis financiera de 2008 nos enseñó que los riesgos endógenos son demasiados para no tenerlos en cuenta. Incluso sin corrupción, las calificaci­ones de crédito y decisiones políticas se determinan mutuamente: si las agencias calificado­ras perciben indicios de que el BCE va a quitar liquidez a Italia, tienen ante sus clientes el deber de degradar los bonos italianos. Y si el BCE prevé que las agencias degradarán los bonos de Italia, sus normas la obligan a quitarle liquidez al sector bancario italiano. El BCE tiene mucho más margen de maniobra para refinancia­r deudas insolvente­s si son privadas. Pero esto es una decisión política, no una realidad económica. Que la deuda pública de Italia tenga peor calificaci­ón crediticia que la deuda privada no obedece a una inferiorid­ad intrínseca de aquella, sino a una decisión política de la dirigencia europea, decisión que al fortalecer a un político autoritari­o, ahora les está explotando en la cara.

El informe es una oportunida­d espléndida para culpar a la Comisión por los padecimien­tos de Italia, diciendo que en realidad fueron las políticas de austeridad fiscal de la UE las que restringie­ron el crecimient­o’.

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ADRIÁN PEÑAHERRER­A / EXPRESO
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