Para hacerse escuchar hay que organizarse
Ser escuchados por el alcalde Jaime Nebot no es difícil, pero si no se conoce el protocolo, la comunicación con el administrador de la ciudad puede convertirse en un verdadero viacrucis.
Aquello lo saben bien los líderes barriales que con hojitas arrugadas, impresas en papel bond, llevan los requerimientos al Municipio cada semana. Alcantarillas colapsadas, pavimentación, parques, canchita para los niños... Para hacerlos llegar a las manos de Nebot, suelen esperarlo a la salida de la sesión ordinaria del Concejo Cantonal y pescarlo, como quien sigue a una estrella de rock. Nebot se detiene, recibe los papeles y luego los mete a su despacho. Entonces, los líderes comunitarios creen haber hecho gol.
EL DETALLE Más de 2.000 barrios. Es la cantidad de organizaciones en la ciudad. Desde clubes barriales hasta comité pro mejoras. Algunos cambiaron a consejos. Una vez al año el Cabildo cita a una asamblea ciudadana No todos los sectores se sienten respaldados La academia, uno de los ausentes
El capítulo III del Código Orgánico de Organización Territorial, Autonomía y Descentralización (Cootad), en su artículo 302, garantiza reconocer todas las formas de participación en los gobiernos locales.
En la práctica formal, lejos de los papelitos arrugados, es a través de la Asamblea Cantonal de Participación Ciudadana de Guayaquil en donde la voz de los 2,2 millones de ciudadanos intenta ser escuchada una vez al año, en reunión con el alcalde y todos los directores del Municipio.
Ante este escenario, no sorprende que sea difícil incluir a todo Guayaquil en el grupo. Por eso hay decenas de líderes frustrados que piensan como Moira Castellanos, primera vicepresidenta de la Asamblea Ciudadana Plurinacional e Intercultural para el Buen Vivir: “La participación ciudadana no funciona eficientemente. Cuando quisimos entrar al Municipio, no hubo facilidades y la desinformación fue un gran obstáculo”.
Gustavo Rivadeneira, presidente del Consejo de Participación del Barrio del Salado, explica que quien no conoce la metodología puede hallar trabas como las que menciona Castella- nos. “Nosotros fuimos comité barrial e hicimos la conversión a consejo, así, automáticamente fuimos incluidos en la asamblea”, narra.
El trámite consistió en acercarse al departamento municipal de Vínculos con la Comunidad, que queda en el edificio Crillón, y presentar el acta: “Te revisan la documentación, la copia de la cédula de todos los miembros del nuevo consejo y diez días después te llaman para notificar que eres parte de la asamblea”, cuenta.
Estar entre los elegidos, afirma, les da mayor oportunidad de ser escuchados en sus necesidades, además de tener voz en las decisiones presupuestarias del Cabildo. La asamblea del año pasado, donde se aprobó el presupuesto de 762 millones de dólares, duró solo 19 minutos.
Guayaquil cuenta con 250 consejos de participación solo al noroeste.
En todo el territorio hay unos 400, explica Stalin Poveda, presidente de la Coordinadora de Movimientos Sociales y Consejos Barriales, quien asegura que “todos tienen oportunidad de ser actores protagónicos en las decisiones de la ciudad”.
Su defensa al sistema, sin embargo, tiene una esencia alejada de la estructura. “Esto no funciona per se por estar en la
VOCES Esto es un tema gremial. Hay colectivos que ganan espacios y se los atiende. Creo que se ha logrado mejorar muchísimo en el tema de la participación ciudadana. Cada año convocan para estas asambleas de Participación Ciudadana. Antes, el Municipio nos entrega toda la información para nosotros poder leerla y poder opinar.