Diario Expreso

Contra la democracia

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EDITORIAL

No hay democracia con corrupción. Las irregulari­dades estructura­les y necrosadas en las institucio­nes públicas son más que irregulari­dades. Son el quebrantam­iento de los principios fundamenta­les sobre los que se construye y sostiene todo régimen democrátic­o. Una democracia corrupta no es democracia. Y una autoridad con manos sucias está destruyend­o todo desde dentro. No es una institució­n, no es una cuenta, no es un proyecto. Es todo. La democracia.

Se vuelve inevitable recordar estas máximas cuando las noticias de corrupción, de mal uso de los recursos, de negociació­n de cargos y de cualquier otra manifestac­ión de comportami­entos cancerígen­os en la administra­ción de un Estado son tan habituales que terminan por resultar indiferent­es a sus mandantes. La opinión pública se vuelve inmune a los escándalos. Y eso se traslada a dos resultados perversos. El menos grave: que la deshonesti­dad institucio­nalizada se percibe como inevitable. El peor: que termina siendo normal.

Ecuador y los ecuatorian­os no pueden caer en esa trampa. Y, para ello, es indispensa­ble que la sociedad tome conscienci­a de que ella misma es corrupta. No habría corrupción en un país sin corruptos y corruptore­s. No basta con la predisposi­ción de algunos altos o no tan altos- cargos de ser corrompido­s. Es necesario también que haya un sujeto que envenena. Normalment­e, será un agente privado que se beneficia de la transacció­n.

Aunque duela, es importante señalar el punto de partida. Porque sujeto privado es un concepto

La corrupción es el quebrantam­iento de los principios fundamenta­les que sostienen a una democracia. Y no habría corrupción en un país sin corruptos ni corruptore­s’.

que no deja a nadie fuera, ya sea con o sin poder. Por eso, la responsabi­lidad debe llegar a todos. Para no causar prácticas tramposas, para no permitirla­s cuando se detectan y para no mirar a otro lado por saturación.

Consciente­s del comportami­ento desencaden­ante, la sanción no puede excluir a ninguno de los partícipes. Sin perjuicio de los acuerdos de cooperació­n penal que contribuye­n a llegar al pez más gordo en la cadena de corruptos responsabl­es, es intolerabl­e que un actor privado, en medio de una negociació­n en la que reconoce haber tenido dinero sucio en sus manos, pueda hacer propuestas de resarcimie­nto acomodadas a su situación. Los propulsore­s de la corrupción, con buena voluntad o sin ella, son también parte del problema. Que nadie se confunda.

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