Los olvidos que impiden el despegue
Cuenca es la tercera ciudad más importante del país ❚ Sin embargo, algunas obras no están a la altura ❚ 13 candidatos aspiran a la Alcaldía
Bautizada por los cañaris -hace cientos de años- como Guapondelig, un valle tan grande como el cielo, hoy Santa Ana de los Cuatro Ríos de Cuenca es la capital azuaya y el centro económico de la Sierra austral. La Atenas del Ecuador. Sin duda, la tierra prometida... Pero, detrás de esa majestuosidad, arquitectura e inmensa cultura, hay olvidos que frenan su despegue: el sueño de un tranvía en funcionamiento, una terminal terrestre que no está a la altura, un mercado mayorista colapsado y un aeropuerto que intenta alzar el vuelo.
Con más de 600.000 habitantes y a 2.550 metros sobre el nivel del mar, es la tercera ciudad más importante del país tras Quito y Guayaquil. Y, según la revista Ekos -con respaldo en la opinión ciudadana-, es la mejor para vivir en Ecuador (le sigue Ambato).
Jueves, 16:00. En Manta y en la capital del país cae un aguacero. En Cuenca, con una temperatura de 17 grados, el sol pega en el parque central sobre la Catedral de la Inmaculada Concepción, tan parecida a la de Notre Dame de París. A un par de calles, pasa sin gente, una unidad del tranvía. Rojo brillante. “Están en pruebas”, informa un agente de tránsito.
Las personas, desde las veredas, miran los vagones con escepticismo: “¿Ya funciona?”, “¿qué están haciendo?”, “nadie nos ha dicho nada”. Algunas, sobre todo colegiales, sacan sus celulares para hacerse selfies. Es la novedad para los cuencanos. Y también para los políticos. Los 13 candidatos a la Alcaldía de Cuenca tienen en la punta de la lengua el “tranvía”. Seguramente porque es el sistema de transporte en el que descansa la esperanza de mejorar la movilidad y disminuir el tráfico en la ciudad.
Y porque han esperado tanto para verlo funcionar. En 2010, Cuenca decidió mirar al futuro. Paúl Granda, entonces alcalde de la ciudad, arrancó este proyecto con la asesoría de Francia, un paso a la modernidad. Tres años después se firmó el contrato para iniciar la obra. Desde su gestación hasta hoy han pasado nueve años y un sinnúmero de obstáculos. Y, hasta ahora, los cuencanos siguen soñando con su funcionamiento. Sin una tarifa de pasaje definida, todavía genera incertidumbre.
“Ya debía estar listo hace rato”, espeta Máximo Flores desde el parque central, sentado en el borde de un jardín de flores. Nacido en esta ciudad, atravesada por los ríos Tomebamba, Tarqui, Yanuncay y Machángara, cuenta que este nuevo sistema sí es un aporte al turismo y a la modernidad. “Pero...” Siempre hay un pero. “El precio tiene que ser de 25 centavos de dólar”, propone. Karina Agudo, en cambio, no sabe nada del tranvía. Y es escéptica, piensa que su funcionamiento no va a ayudar en mucho.
El actual alcalde y también candidato para la reelección, Marcelo Cabrera, ha señalado que la posible tarifa es de 35 centavos. Pero la decisión final la tiene el Concejo Cantonal.
Viernes, 08:00. Coincidencia o no, en plena época electoral, inicia la circulación del tranvía en Cuenca. Con ciertas restricciones, opera con frecuencias. Solo grupos prioritarios acceden a los vagones. Entonces Cabrera justifica: “Antes de que soñara con ser candidato (nuevamente), dije que el 8 de marzo iniciaba la operación del tranvía...”. El proceso de formación será de 60 días y gratuito.
Una obra que ha costado 280 millones de dólares y que, según Gustavo Jara, candidato
MOVILIDAD
por Fuerza Compromiso Social, solo soluciona 1 de cada 8 pasajeros que necesitan ser transportados (aún cuando los estudios señalan que trasladará alrededor de 150.000 pasajeros al día) ha sido el punto álgido de los políticos.
También la reubicación o remodelación de la terminal terrestre de Cuenca, una infraestructura que, según los usuarios, no cumple con el nivel. Los cables serpenteantes cuelgan desde el techo, algunos asientos están dañados y sin esponjas, comerciantes dicen que no hay zona wifi... Eso sí, está muy limpio. Extremadamente pulcro si se compara con otras terminales. Huele muy bien. El baño, aunque con un costo de 15 centavos, está aseado. Pero no todo reluce.
Luis Morales es propietario de un bazar. Apuntando desde la sala de espera hacia los daños producidos por los años, el hombre recuerda que en mucho tiempo no ha habido un cambio. Lo único: los letreros de los locales y una boletería que hasta ahora continúa vacía. De moderno, nada. Incluso el torniquete que deben atravesar los pasajeros para acceder a los buses luce antiguo.
Si la terminal sale de allí, dice uno de los políticos, el edificio servirá para levantar un centro para adictos, aprovechando que el tema está en boga. Pero, ¿qué piensan los usuarios? Paúl Espinoza, conductor de un bus de Turismo Oriental, considera que la solución sería la construcción de dos terminales, una en el sur y otra en el norte, para relajar el tráfico de vehículos y de pasajeros dentro de la misma terminal. Y también fuera; el tránsito, en horas pico, colapsa. “¿Se aliviará con el tranvía?”, se preguntan los habitantes.
A unas cuadras de la terminal está el Aeropuerto Mariscal La Mar. Un espacio moderno, aunque pequeño. Apenas caminan unas cinco personas por los pasillos. En realidad, hay muchas más haciendo fila en una cooperativa de ahorro que