La Asamblea en pelotas
Lo primero que se le puede reprochar a Elizabeth Cabezas en relación con el audio difundido por los correístas es su amateurismo. Por supuesto ella tiene una coartada: dice que esto de buscar acuerdos entre bloques es parte de la rutina parlamentaria. Puede ser, pero llegar a una votación que considera clave sin asegurar siquiera la presencia de los suyos (la mayoría de ausentes era del oficialismo) y luego tratar de apagar el incendio a último minuto, apelando desesperada a la intervención de la ministra del Interior… Todo eso habla muy mal de su capacidad de gestión. La presidenta tuvo 24 horas para asegurar esa votación y fue incapaz de hacerlo. Si su reelección tambalea se debe a esta ineficiencia, no a las razones que aduce el correísmo.
¿Cuál es la tesis correísta? Que Cabezas es culpable de bloquear la fiscalización. Viniendo del bloque que convirtió la Comisión de Fiscalización en “comisión de archivo” hasta parece un cumplido. Todo gira en torno a la propuesta de Ronny Aleaga, el nuevo adalid de un partido cuyas cabezas mayores ostentan rabos de paja demasiado visibles como para ponerse a denunciar a otros. Aleaga quiere que la Asamblea investigue la vinculación del presidente de la República en el caso conocido como INA Papers. Lo cual está muy bien, pero…
Si el correísmo quisiera impulsar un proceso de fiscalización en serio, debiera plantear la apertura de un juicio político en la Comisión de Fiscalización, de la cual el propio Aleaga es miembro y donde la oposición cuenta con 7 de los 12 votos. Pero ¿tiene pruebas suficientes para sustentarlo? Parece que no. Por eso, en su lugar, propone conformar una comisión ocasional que, según la ley, tendría apenas diez días para entregar un informe y carecería de la autoridad para pedir la comparecencia del presidente. Sería un escandalete improductivo: de los autores de “el show mediático” viene… ¡Un show mediático! Uno cuyo principal efecto sería posicionar a los correístas como los adalides de la lucha contra la corrupción. Cinismo puro y duro que en la oposición no todos están dispuestos a comprar.
¿Bloquearon Cabezas y Romo un proceso de fiscalización? La verdad es que se bloqueó solo. Lo que sí queda claro del audio es que la posibilidad de investigar a Lenín Moreno causa pánico en filas oficialistas, desde la Asamblea hasta Carondelet. “¡Nos joden!”, dice Cabezas en el audio. Esto, así como sus intentos y los de Romo para evitarlo no constituyen ilegalidad alguna ni son causales para destituir a nadie. Pero sí envían a la población un claro mensaje político del cual el gobierno sale bastante mal parado. Rabos de paja hay también en este lado.
Otra cosa revela el audio, no tanto por lo que Cabezas dice sino por lo que no necesita decir: es claro que entre el gobierno y los socialcristianos existe (más allá de la votación del bloque en este caso específico) un canal de comunicación fundado en un acuerdo cuyos términos permanecen en reserva. Cierto es que la política es el arte de crear consensos y que, por tanto, en una democracia, los pactos entre partidos son legítimos y hasta deseables. Pero ¿tienen que firmarse bajo la mesa? ¿No debería existir transparencia en los acuerdos? ¿Qué clase de beneficios inconfesables se ocultan tras alianzas tapiñadas? La verdad es que los audios de la Asamblea, bien mirados, han terminado por empelotar a casi todo el mundo.
Cierto es que la política es el arte de los consensos y que, por tanto, los pactos entre los partidos son legítimos. Pero ¿tienen que firmarse debajo de la mesa?’.