Cantuña fue lindero entre la colonia y la era incaica
Fue sepultado luego del gran incendio provocado por Atahualpa
El autor Juan de Velasco, en sus escritos sobre la historia del Reino de Quito, explica que cuando Atahualpa incendió la ciudad uno de sus hombres decidió esconder en un cuarto a su hijo llamado Cantuña.
Pero el flagelo fue tan grande que todo se derrumbó y aparentemente el niño había sido sepultado; sin embargo, logró sobrevivir, pero fue encontrado por los españoles entre las piedras.
Estaba quemado y desfigurado, Cantuña se había dormido en una época y despertó en otra de la historia, expresa Rina Artieda. Era una realidad diferente, pero “Cantuña es el lindero entre la Colonia y el Incanato”, acota. Para sobrevivir, Cantuña habría empezado a pedir caridad, pero también conoció sobre la forma de ser de los españoles y Hernán Suárez, según textos de Juan de Velasco, lo adoptó como su hijo.
La confianza que tenían era tal que decidieron construir una fundición en la parte baja de su casa; al sitio Cantuña llevaba objetos ceremoniales de los incas y allí se fundían. Con el dinero obtenido hacían donaciones a órdenes religiosas como la de los Franciscanos.
Cuando Suárez falleció dejó a Cantuña como su heredero, en aquel entonces las autoridades increparon al indígena y le pidieron revelar de dónde sacaba tantos recursos. Sin temor les respondió diciendo “tengo un pacto con el diablo”.
Cantuña había sido un herrero de la ciudad, hizo algunas construcciones en la capital, entre ellas la puerta del convento de San Francisco. Aquel oficio, en donde las chispas y el fuego son parte del ambiente, apoyó para que se creyera que la teoría del pacto con el demonio era cierta, dice Artieda.
Desde entonces se han creado otros mitos y leyendas alrededor del personaje, entre ellas la tan conocida de la piedra faltante en la construcción del atrio de San Francisco.