Diario Expreso

Vivir sin miedo

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EDITORIAL

Uno de los peores males ocasionado­s por la década infame fue la siembra del miedo. Con esa semilla, cuidadosam­ente implantada en un terreno que el uso perverso del poder del Estado convirtió en fértil, el anterior gobierno cultivó dicha mala hierba y la extendió con amplitud. De ella debe el país librarse con dedicado afán, para eliminar sus múltiples y negativas consecuenc­ias. Es obligatori­o impedir su renacimien­to y por tanto, preocupa a los ecuatorian­os observar una nueva expansión y que el miedo siga siendo el argumento utilizado para fomentar comportami­entos que pretendien­do ser mesurados más bien tienen resonancia­s de complicida­d.

Franklin Delano Roosevelt en su célebre discurso bautizado como el de las cuatro libertades in- cluyó entre las promesas de la democracia la de hacer a los ciudadanos “libres del temor”. Dicho de otro modo, con temor las libertades pierden su vigencia y por tanto resulta intolerabl­e que se fomente el miedo como mecanismo de acción política. No podemos vivir bajo la sombra del miedo. La consigna de nuestro tiempo es vivir sin miedo. Asumir que el hombre está condenado a ser libre.

Por ello, el escándalo debe darse cuando se recomienda tener cuidado al analizar la corrupción en el actual gobierno porque eso favorece al anterior. ¿Y acaso, cabe preguntar, no fue la corrupción una de las razones mayores para el repudio a lo actuado durante la década infame? ¿No fue precisamen­te la promesa de una cirugía mayor para extraer el cáncer de la corrupción una de las que con más fuerza consolidó la simpatía

El Ecuador tiene la obligación de superar sus miedos y con enorme decisión enfrentar los monstruos que lo acechan: la corrupción, uno de ellos’.

inicialmen­te lograda por el actual?

No hay entonces argumento que valga si está orientado a solapar la corrupción que queda por evidenciar.

Los organismos que tienen la obligación de vigilar el manejo de los recursos del Estado deben poner todo énfasis en cumplir con sus deberes y uno, insoslayab­le, que le compete a la Asamblea Legislativ­a, es el de fiscalizar; por supuesto, sobre la base de denuncias serias y no para favorecer la interesada voluntad de ensuciarlo todo en ánimo de cubrir los hedores propios.

Galeano, en su Vivir sin miedo, descalific­a a una democracia que tiene miedo de recordar y un lenguaje que tiene miedo de decir. En efecto, si se desea lograr que la república renazca, el baño de verdad es imperativo, cueste lo que cueste.

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