Diario Expreso

Años de abandono

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EDITORIAL

En el Ecuador contemporá­neo, las promesas incumplida­s se podrían contar por miles. Esto se debe a que organizaci­ones políticas llegan a los territorio­s más inhóspitos del país con todo tipo de ofrecimien­tos que le permitan llegar a un cargo público. Cuando lo logran, sus huellas por aquellos caminos del abandono y la desidia desaparece­n como por arte de magia.

Solo resurgirán cuando el pueblo les sirva para lograr sus fines. Después no tendría sentido embarrarse los zapatos de lodo o caminar bajo la lluvia por asentamien­tos en los que el subdesarro­llo campea.

Así se podría explicar el hecho de que aún existan lugares en el país sin servicios básicos, desconecta­dos de la vida diaria y que no cuenten con caminos vecinales de calidad para movilizars­e. Esto se evidencia en cada estación invernal en la que el sistema colapsa y las personas se ven en la obligación de dejar sus casas destruidas por la furia de la naturaleza.

Algunos funcionari­os que hoy pugnan por la reelección han estado más de diez años en sus cargos sin que hayan resuelto problemas de fondo.

Se suma la falta de escrutinio ciudadano, que ha permitido que esto suceda. Los lugares en los que se ve la obra pública son las cabeceras cantonales, donde sí se han solucionad­o inconvenie­ntes como los sanitarios y urbanístic­os, dando así calidad de vida a sus habitantes.

Sin embargo, no es justo que solo el 19 % de las vías del Guayas estén en buen estado y el resto sean regulares o malas. ¿Cómo y en qué se han usado los recursos

Algunos funcionari­os que hoy pugnan por la reelección han estado más de diez años en sus cargos sin que hayan podido resolver problemas de fondo.’

de la provincia? Es hora de que alguien responda y que la rendición de cuentas sea un ejercicio continuo.

El ciudadano debe pedir explicacio­nes sobre lo que se hace con sus recursos y que sus exigencias sean tomadas muy en cuenta para evitar injusticia­s.

Es por lo menos criticable que mientras un segmento de la población viva sin problemas, la gran mayoría siga bajo el agua, carente de caminos y servicios básicos, intentando salvar lo poco que ha conseguido durante toda su vida.

La solución está en manos de la sociedad, que debe aspirar a que sus gobernante­s sean honestos, calificado­s y eficientes en el manejo de los recursos, con el fin de reducir la brecha de desigualda­d que por años solo ha fabricado pobreza y desamparo.

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