Cpccs: el resultado es irrelevante
Lo más irritante de los candidatos al Consejo de Participación Ciudadana es su irresponsabilidad política. En su afán de defender el metro cuadrado de poder al que aspiran en ese organismo bastardo, no vacilan en echar lodo sobre la institución capital de la democracia: la Asamblea Nacional. “La asamblea de los diezmos, la asamblea de las coimas, la asamblea de los insultos”, decía esta semana uno de ellos, anticorreísta por más señas, para justificar el hecho de que la facultad de nominar a las autoridades de control recaiga sobre el Cpccs y no sobre el Poder Legislativo. Demagógico oportunismo es este, que apela a las miserias de la política parlamentaria nacional (miserias que nadie se atrevería a negar, pero no es ese el punto) para predicar a favor de la desinstitucionalización del país heredada del anterior gobierno. ¿Qué clase de anticorreísmo es ese?
Punto a favor del voto nulo. Hay un gran número de ciudadanos que, aunque convencidos de la necesidad de eliminar el Cpccs de la lista de instituciones democráticas, creen en la conveniencia (por consideraciones estratégicas erradas o no) de elegir un grupo de candidatos anticorreístas y votar por ellos. El problema que afrontan dichas personas pasa por identificar a esos candidatos, operación que dependerá de la manera como se defina el concepto de “correísta”. Haberse opuesto durante diez años, pública y dignamente, al gobierno de Correa, pero defender, ahora, la más perversa de sus invenciones; llegar incluso al extremo de afirmar que el Cpccs es un organismo más confiable, más decente y más representativo que la Asamblea Nacional… Bueno, eso solo revela que durante diez años lucharon por las razones equivocadas, o quizá sin entender por qué. Esos candidatos han aportado a la causa del voto nulo al haber contribuido al desprestigio del cargo que pretenden.
Más allá de la necesidad de restituir el derecho constitucional a la igualdad del voto (para lo cual Luis Verdesoto, consejero del CNE, hizo una propuesta justa), el principal error que se puede cometer en este momento sería centrarse en el conteo. Por dos razones. La primera tiene que ver con un principio de honestidad intelectual: no se puede, sin negar la realidad conscientemente, afirmar que un alto número de votos nulos enviará un claro mensaje de que el pueblo quiere eliminar el Cpccs. No es cierto. La mayoría de los votantes, para empezar, no sabe para qué sirve ese organismo ni es consciente de lo que está en juego con su permanencia. Las razones del voto nulo, por tanto, son innumerables, y van desde la simple confusión hasta el olímpico desinterés. La pésimamente mal diseñada (por el CNE) campaña para la elección, contribuyó a la confusión reinante en lugar de servir como pedagogía. Nadie se puede atribuir victoria alguna en este caso sin pecar de cínico.
La segunda razón es de orden práctico y pasa por reconocer que la corriente de opinión creada por los promotores del voto nulo ya ganó. Y eso es bueno. Promover el voto nulo no sirvió para ganar una elección, no podía hacerlo. Solo los menos perspicaces se propusieron tal cosa. Más aún: el resultado de la elección es irrelevante. Lo importante es que, alrededor de la propuesta del voto nulo, la tesis de la eliminación del Cpccs se impuso como una necesidad política que, a estas alturas, apenas si discuten los más recalcitrantes correístas. Y los 43 candidatos a ocuparlo. No se trata, entonces, de cómo contar o no contar los votos. Se trata de empezar, de una buena vez, el proceso de demolición de ese engendro correísta. El domingo es el día cero.
La corriente de opinión creada por los promotores del voto nulo ya ganó. Sería un error, en este momento, centrarse en el conteo de los votos’.