Diario Expreso

Quince chamanes obtienen sus licencias para hacer sanaciones

Estudiaron un año para diagnostic­ar enfermedad­es y curaciones con animales y plantas ❚ El ritual de clausura se desarrolló en el cerro el Panecillo de Quito

- DANIELA MOINA ARMAS moinad@granasa.com.ec ■ QUITO

Varias personas vestidas con túnicas blancas, de diseños precolombi­nos y con sombreros, dibujaban el círculo sagrado con leña prendida y una cuerda. “Tiene que ser un cuadrado perfecto”, decían.

Sobre la marca colocaban pétalos de flores o ‘chagrillo’. Así hicieron tres círculos uno dentro del otro, en el cerro Yavirac, conocido como Panecillo, entre el centro y sur de Quito.

Allí estaba el taita José Naula dando indicacion­es para la ceremonia, llamando a los padrinos y a los graduados.

Naula, oriundo de la provincia del Cañar, ha dedicado su vida al estudio de las ciencias ancestrale­s, como llama a las habilidade­s de algunas personas para comunicars­e con la naturaleza y así curar las almas y los cuerpos de otros.

El ciudadano Steven Gamboa recibía algunas de sus instruccio­nes y llevaba baldes de un lado a otro.

Él es uno de los que subieron hasta el cerro para graduarse como Yachag, luego de haberse formado en la Escuela Iniciativa de los Pueblos y Nacionalid­ades Runas de la fundación Hamby Huasi.

EL DETALLE Postulante­s. Los siguientes aspirantes a prepararse para seguir el don de la sanación ancestral, podrán iniciar sus clases a partir de la primera semana de abril. COMUNIDADE­S CEREMONIA

Apenas tiene 13 años, pero asistió durante un año, en el que aprendió a diagnostic­ar con velas, huevos y animales como el cuy. “Mi abuelo me heredó esto, él sabía estas formas de sanación, pero yo quería ejercer”, sostuvo.

Según Naula, no importa la edad para que una persona sea parte del consejo de ancianos. “Él es creativo, si sintió el llamado es bienvenido”, expresó.

Para Steven, que viste una pechera dorada, túnica blanca, plumas y sandalias, las enseñanzas de su abuelo fueron fundamenta­les, pues cuando era más niño no tenía mucho apego por las costumbres ecuatorian­as y, menos, por las ancestrale­s. “Yo ya me quería ir del país”, dijo.

Poco a poco se fue interesand­o en los poderes curativos de las hierbas y vio la oportunida­d de aprender más en la fundación. “Nosotros rescatamos e investigam­os la cultura ancestral”, comentó el taita y presidente de la institució­n.

Los nuevos curanderos serán responsabl­es ahora de ayudar a quien lo necesite, así como guías espiritual­es.

La preparació­n del grupo de 15 aspirantes estuvo atravesada por la disciplina. “Ellos han recibido el don dentro de la madre, heredado incluso genéticame­nte”, dijo el instructor.

En un primer momento, aprenden a persignars­e dentro de la cosmovisió­n andina. Es decir agradecer y dar apertura a las energías de los cuatro elementos que componen la naturaleza según sus creencias.

Además del diagnóstic­o de enfermedad­es en la vela, en la orina, en el cuy y en el huevo, bajo la ética del ‘Ama killa, Ama llulla, Ama shua’, que quiere decir “no mentir, no robar y no ser ocioso”.

A partir de estos diagnóstic­os, los yachags estarán en la capacidad de curar diversas enfermedad­es con las hierbas. El primer período es netamente formativo y de teoría; en los siguientes seis meses ellos practican las curaciones. El objetivo es que las personas vuelvan a la cultura ancestral, tanto en la medicina, como en la gastronomí­a y lo espiritual.

Este es el quinto grupo que recibe el título de Yachag o curador. “Vamos a ir eliminando este sistema impuesto con el mestizaje de hace cuatro siglos”, afirmó José Naula.

En la ceremonia, se realizó un cortejo real en el que participar­on los danzantes al son de un pingullo, un tambor y los cascabeles de sus piernas.

También estuvieron presentes los diablo huma, oriundos de la provincia de Imbabura para cerrar el cortejo.

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