Quince chamanes obtienen sus licencias para hacer sanaciones
Estudiaron un año para diagnosticar enfermedades y curaciones con animales y plantas ❚ El ritual de clausura se desarrolló en el cerro el Panecillo de Quito
Varias personas vestidas con túnicas blancas, de diseños precolombinos y con sombreros, dibujaban el círculo sagrado con leña prendida y una cuerda. “Tiene que ser un cuadrado perfecto”, decían.
Sobre la marca colocaban pétalos de flores o ‘chagrillo’. Así hicieron tres círculos uno dentro del otro, en el cerro Yavirac, conocido como Panecillo, entre el centro y sur de Quito.
Allí estaba el taita José Naula dando indicaciones para la ceremonia, llamando a los padrinos y a los graduados.
Naula, oriundo de la provincia del Cañar, ha dedicado su vida al estudio de las ciencias ancestrales, como llama a las habilidades de algunas personas para comunicarse con la naturaleza y así curar las almas y los cuerpos de otros.
El ciudadano Steven Gamboa recibía algunas de sus instrucciones y llevaba baldes de un lado a otro.
Él es uno de los que subieron hasta el cerro para graduarse como Yachag, luego de haberse formado en la Escuela Iniciativa de los Pueblos y Nacionalidades Runas de la fundación Hamby Huasi.
EL DETALLE Postulantes. Los siguientes aspirantes a prepararse para seguir el don de la sanación ancestral, podrán iniciar sus clases a partir de la primera semana de abril. COMUNIDADES CEREMONIA
Apenas tiene 13 años, pero asistió durante un año, en el que aprendió a diagnosticar con velas, huevos y animales como el cuy. “Mi abuelo me heredó esto, él sabía estas formas de sanación, pero yo quería ejercer”, sostuvo.
Según Naula, no importa la edad para que una persona sea parte del consejo de ancianos. “Él es creativo, si sintió el llamado es bienvenido”, expresó.
Para Steven, que viste una pechera dorada, túnica blanca, plumas y sandalias, las enseñanzas de su abuelo fueron fundamentales, pues cuando era más niño no tenía mucho apego por las costumbres ecuatorianas y, menos, por las ancestrales. “Yo ya me quería ir del país”, dijo.
Poco a poco se fue interesando en los poderes curativos de las hierbas y vio la oportunidad de aprender más en la fundación. “Nosotros rescatamos e investigamos la cultura ancestral”, comentó el taita y presidente de la institución.
Los nuevos curanderos serán responsables ahora de ayudar a quien lo necesite, así como guías espirituales.
La preparación del grupo de 15 aspirantes estuvo atravesada por la disciplina. “Ellos han recibido el don dentro de la madre, heredado incluso genéticamente”, dijo el instructor.
En un primer momento, aprenden a persignarse dentro de la cosmovisión andina. Es decir agradecer y dar apertura a las energías de los cuatro elementos que componen la naturaleza según sus creencias.
Además del diagnóstico de enfermedades en la vela, en la orina, en el cuy y en el huevo, bajo la ética del ‘Ama killa, Ama llulla, Ama shua’, que quiere decir “no mentir, no robar y no ser ocioso”.
A partir de estos diagnósticos, los yachags estarán en la capacidad de curar diversas enfermedades con las hierbas. El primer período es netamente formativo y de teoría; en los siguientes seis meses ellos practican las curaciones. El objetivo es que las personas vuelvan a la cultura ancestral, tanto en la medicina, como en la gastronomía y lo espiritual.
Este es el quinto grupo que recibe el título de Yachag o curador. “Vamos a ir eliminando este sistema impuesto con el mestizaje de hace cuatro siglos”, afirmó José Naula.
En la ceremonia, se realizó un cortejo real en el que participaron los danzantes al son de un pingullo, un tambor y los cascabeles de sus piernas.
También estuvieron presentes los diablo huma, oriundos de la provincia de Imbabura para cerrar el cortejo.