Las guerras comerciales de EE.UU.
Don Quijote peleaba contra molinos de viento; el presidente estadounidense Donald Trump, contra el déficit comercial. El combate del Quijote tenía un dejo de idealismo. El de Trump está imbuido de una rabiosa ignorancia. Se anunció que el déficit externo de EE. UU. en bienes y servicios creció a $ 621.000 millones, pese a la promesa de Trump de recortarlo con sus estrictas políticas comerciales hacia Canadá/méxico, Europa y China, pues cree que ese déficit se debe a prácticas desleales de los socios comerciales de EE. UU. Pero este déficit es una medida de desequilibrio macroeconómico que las mismas políticas de Trump -sobre todo la rebaja impositiva de 2017- han agravado. Si el ingreso es lo que “exporta” en bienes y servicios, y el gasto lo que “importa”, es evidente que tendrá superávit comercial si gana más de lo que gasta, y déficit si gasta más de lo que gana. Lo mismo ocurre al sumar los ingresos y gastos de toda la economía, incluidos sectores privado y público. Una economía tendrá superávit de cuenta corriente (la medida más amplia de su balanza internacional) cuando la renta nacional bruta (RNB) supere al gasto interno, y déficit cuando el gasto interno supere a la RNB. Los economistas usan el término “absorción interna” para referirse al gasto total, sumando el gasto interno en consumo e inversión. Así, la cuenta corriente se puede definir como la diferencia entre la RNB y la absorción interna. La diferencia entre la renta nacional y el consumo es igual al ahorro interno. Por tanto, la diferencia entre la renta y la absorción se puede expresar en forma equivalente como la diferencia entre ahorro interno e inversión interna. Una economía que ahorra más de lo que invierte tendrá superávit de cuenta corriente; si ahorra menos de lo que invierte, tendrá déficit. La política comercial está totalmente ausente en esta ecuación. El déficit de cuenta corriente es una medida puramente macroeconómica: es el faltante de ahorro respecto de la inversión. Es probable que como consecuencia de la rebaja impositiva de 2017 en EE. UU., el ahorro público se reduzca alrededor de 1 % de la RNB. El ahorro privado tal vez aumente la mitad de eso, en previsión de futuras subas de impuestos, a la par de un incremento marginal de la inversión empresarial y una caída de la inversión en vivienda con escaso efecto combinado. El resultado neto más probable: un aumento del déficit de cuenta corriente, tal vez del 0,5 % de la RNB. Así que el ligero aumento del desequilibrio externo es atribuible ante todo a la política impositiva insignia de Trump. En esto también la política comercial es básicamente irrelevante. Pero no lo es para la economía global. Todo lo contrario. Mientras Trump persigue su quimera, la economía mundial se ha vuelto más inestable, y las relaciones entre EE. UU. y la mayor parte del mundo han empeorado palpablemente. Trump es visto con desdén en casi todas partes, y el prestigio del liderazgo estadounidense se ha derrumbado. Las políticas comerciales de Trump no buscan solamente corregir el desequilibrio externo; son un errado intento de contener a China e incluso de debilitar a Europa, como parte de una cosmovisión neoconservadora según la cual la seguridad nacional es un juego de suma cero entre estados-nación; los logros económicos de los competidores de EE. UU. se ven como amenazas a la primacía mundial estadounidense, y a la seguridad nacional. Son reflejo de formas de beligerancia y paranoia que están presentes en la política estadounidense hace ya mucho tiempo, y que alientan un conflicto internacional tras otro. Trump y sus cómplices les están dando vía libre.
Es importante señalar que la diferencia entre la renta nacional y el consumo es igual al ahorro interno’.