MARTA G. RIVERA ‘Las vacas no tienen la culpa del cambio climático’
Ella, como miembro del IPCC, que hace una semana emitió un informe acerca del cambio climático, advierte que mientras en los países desarrollados debe bajar el consumo de proteína animal, en algunos más pobres debe aumentar. − ¿Tienen las vacas la culpa del cambio climático? − Las vacas no tienen la culpa, la tienen las personas. En los últimos 30 años se ha incrementado mucho el consumo de carne y también la de proteína animal de vacuno, pero lo que ha crecido más es el consumo de pollo y de cerdo. De hecho, hoy el 77 % de los animales que se producen para la alimentación en el mundo son el pollo y el cerdo; y el 22 % vacuno. Y cada especie contribuye al cambio climático de manera diferente. Los rumiantes, con la emisión del gas metano; los monogástricos con la de óxido nitroso y de CO2. El metano tiene un potencial de calentamiento 28 veces mayor que el CO2 y dura en la atmósfera diez años. Pero el CO2 y el óxido nitroso duran más de 100 años. Por tanto, las vacas no son las culpables del cambio climático, pero sí que hay que replantearse que nuestra sociedad consume mucha proteína animal y que hay que bajar ese consumo. − ¿Del informe se puede concluir que se deben dejar de comer carne o proteínas animales? − No, el informe dice, como señaló otro publicado en The Lancet, que en algunas partes del mundo es imperativo reducir el consumo de proteína animal. Sabemos que si lo reducimos, no solo el de carne también leche o huevos, seremos capaces de reducir las emisiones de efecto invernadero y tendremos un impacto beneficioso en la salud. Pero, cuidado, hay partes del planeta donde la gente necesita aumentar el consumo de carne porque tienen una dieta baja en proteínas. − Entonces, en los países desarrollados hay que reducirlo y en países en vías de desarrollo, no. − Eso es, porque es un aporte importante para ellos. En el informe se hacen análisis de diferentes dietas: las basadas en pescados, la flexitariana (con consumo de proteína animal bajo), las vegetarianas, la mediterránea… Y se concluye que, en cuanto a emisiones, la más eficiente es la flexitariana. Pero si se añade el factor de la salud, la mediterránea tiene impactos muy buenos en la reducción del CO2 y en la salud. Es complejo. El informe intenta escapar del mensaje simplista. − ¿Qué papel juega el derroche en el cambio climático? − El desperdicio alimentario supone ahora entre el 8 % y el 10 % de las emisiones. Pero hay dos niveles: uno son las pérdidas que se producen desde la producción hasta la distribución en el punto de venta del alimento. En nuestra parte del mundo, lo que más se da es el desperdicio alimentario doméstico. Aquí hay un problema de etiquetado: el consumo preferente que se establece en el etiquetado es confuso. Pero también hay un tema de planificación de la compra y de raciones que son demasiado grandes y la comida se acaba tirando. Y eso que se tira emitió gases. Algunos estudios también llaman derroche el sobreconsumo. Por ejemplo, en Australia el 30 % de las emisiones del sector alimentario tienen que ver con el sobreconsumo, es decir, la gente come más de lo que necesita.
EL CONTEXTO El informe de los lazos entre calentamiento global y usos del suelo del Grupo Intergubernamental de Expertos en Cambio Climático (IPCC) es un mensaje claro: hay que cambiar a dietas más sostenibles.