Los pasajes aéreos
Desde hace algún tiempo las redes sociales han sido escenario de protestas de viajeros, particularmente en la ruta aérea que conecta a Guayaquil con la capital, por los elevados precios de los boletos. En algunos casos han llegado a costar por sobre los $500.
Si bien un boleto aéreo no es un producto crítico para el votante de a pie, sí lo es para quienes deben movilizarse a la capital a interactuar con la burocracia, en especial aquella que tiene el “aún no tengo noticias, vuelva mañana” en la punta de la lengua.
Ciertamente el primer impulso es buscar que exista la fijación de un precio para los pasajes, más aún porque cuando se empieza a revisar las cotizaciones de boletos encontramos
que la dispersión de precios entre una y otra compañía no es muy grande. Este no es el caso por cierto, para horarios y trayectos iguales, en otros mercados.
Fijar los precios por parte de la autoridad no es la mejor medicina, pues además de rozar la ilegalidad, pudiera ser el inicio de una práctica indeseada cuyo final infeliz es la escasez en cualquier mercado donde se la impone. Sin embargo, la autoridad no puede estar ausente del problema porque con tan solo tres competidores, la “mano invisible” no lo va a resolver.
La autoridad que impulsa la competitividad en el país debe hacer un estudio serio del sector, de manera que se estimule la competencia y se eliminen ineficiencias normativas, y con
Fijar los precios es una práctica indeseada cuyo final infeliz es la escasez en cualquier mercado donde se la impone...’.
ello se disminuyan barreras de entrada a nuevos competidores, cuidando la seguridad de las operaciones. Otra de las medidas, extrema sí, es poner una tasa progresiva vinculada con el precio de los boletos, de manera que a las compañías aéreas les sea no rentable subir los boletos sobre ciertos parámetros. Las tasas variables progresivas por cierto están vigentes en algunas economías, y en el Ecuador con el alcohol, donde emborracharse rápido es más caro. Pero que la autoridad y los consumidores tengan claro que la inteligencia artificial que está detrás de los modelos de fijación de precios en los boletos aéreos no es cosa fácil de vencer, y se la vence con cucharadas de su propia medicina.