El padre Coloma, entre la sotana y el traje de vaquero
Nació en San Miguel de Bolívar y siente un gran aprecio por los montuvios ❚ Su niñez la vivió en el campo ❚ Es párroco de la iglesia Santa Ana de Samborondón
La afición por cabalgar no lo aleja de sus obligaciones eclesiásticas. El haberse criado en el campo lo ayuda a identificarse con el montuvio guayasense. Se trata del sacerdote Julio Coloma, párroco de Samborondón.
Cuando el padre Julio se para en el púlpito de la iglesia de su parroquia, es recibido por una feligresía muy especial a su criterio; desde jóvenes pulcramente vestidos, hasta personas adultas que lo esperan en silencio y de manera solemne. Algunos se ponen el sombrero en las rodillas, para cuando termine la misa lucirlo ante la feligresía.
La actitud del sacerdote nacido en San Miguel, provincia de Bolívar, fue reconocer, valorar y apreciar el lado montuvio de sus parroquianos. Esto lo llevó a ser parte de una cabalgata, que se realiza año a año en honor a los santos san Joaquín y santa Ana.
El religioso vio la necesidad de adentrarse en las tradiciones y costumbres del pueblo, y lo consiguió acercándose más a la gente y sus actividades.
No dejo de lado mi religión, mi fe y mi compromiso con la iglesia, al acoger la afición popular por la equitación.
JULIO COLOMA ENRÍQUEZ Párroco de la iglesia Santa Ana
“El Evangelio tiene que sujetarse a la realidad de los pueblos; si vivo en un sector montuvio, cuya tradición es la cabalgata, pues como sacerdote no dejo de lado mi religión, mi fe y mi compromiso con la iglesia y con Dios, al acoger esta afición popular”, acotó Coloma. “No dejo la sotana, es parte de la vida, es parte de la esencia nuestra, así como cuando un niño va a la escuela debe llevar sus útiles, es el caso de nosotros. No dejamos en ningún momento de ser sacerdotes, nuestra esencia sacerdotal se mantiene íntegra, por esto, la equitación y todas las actividades humanas que podamos hacer, las hacemos como parte de la vida”, dijo el sacerdote.
El cura, de 60 años, quien dirige la parroquia Santa Ana de Samborondón, creció en un sector rural llamado Las Garzas, perteneciente al cantón Montalvo, en la provincia de Los Ríos.
Su niñez se desarrolló vinculado a la agricultura, por la actividad que tenían sus padres, dedicados al cultivo de soya, cacao, naranja y mamey, entre otros productos, además de cuidar los típicos animales de granja. “No tuve la oportunidad de cabalgar, pues desde muy pequeño, junto con mis hermanos, fui enviado a la Sierra por razones de estudios”, refirió Coloma.
Durante el tiempo que pasaba con sus padres, practicaba esta destreza en la hacienda Las Garzas. Esta actividad la retomó en el cantón donde actualmente reside dirigiendo la parroquia.
Días antes del aniversario de cantonización de Samborondón, el padre Julio recibió por dos ocasiones clases sobre cómo controlar al caballo, en la hacienda Gran Chaparral, ubicada en un recinto cercano al sector. Con esta instrucción práctica, obtuvo mayor seguridad al montar el equino.
Como parte de la capacitación, el instructor Segundo Cano le dio en principio un caballo manso; pero este fue cambiado por uno más inquieto a pedido del clérigo, con la intención de aprender desde el manejo de la cincha hasta a domarlo a la perfección.
Fue ordenado sacerdote hace 31 años, iniciando la labor eclesiástica en la Sierra. Once años después lo enviaron a la Arquidiócesis de Guayaquil. Ha sido párroco en algunos lugares del Guayas y el cantón Samborondón es su sexta parroquia, donde está desde hace un año.
Entre las experiencias obtenidas en algunas localidades del país recuerda cuando fue párroco en Nobol tuvo buenos aprendizajes en esa tierra de agricultores, dedicados a la producción de arroz y a la ganadería.
Hay haciendas dedicadas a la crianza de ganado. En una de ellas le preguntaban al párroco qué le parecía la vida de campo, a lo que respondía que se crio en un lugar parecido y que amaba la ruralidad. Como respuesta a eso le regalaron una vaca; en ese tiempo reunía fondos para obras sociales y la rifó entre los comuneros de la zona.
“Esa es nuestra labor, hacernos amigos de las personas del campo, creo que ahora me van a regalar un caballo, ya me indicaron que me tienen uno”, dijo el sacerdote con una sonrisa.