Diario Expreso

El páramo andino fue sede de un festival de saberes puruhás

Este ritual del Haway se practica en la cosecha de la cebada, mientras los indígenas entonan cantos en idioma kichwa

- PATRICIA OLEAS ■ GUAYRAPAMB­A - CHIMBORAZO

En un singular concurso en el que demostraro­n saberes y técnicas ancestrale­s, la nación Puruhá recordó el ritual del Haway o canto de la cosecha. Dieciséis grupos se disputaron la hoz y la bocina de oro.

El GAD parroquial de Santiago de Quito, junto a la Unidad Intercultu­ral Bilingüe Santiago de Quito y la Universida­d Intercultu­ral de las Nacionalid­ades y Pueblos Indígenas ‘Amawta Wasi’, organizó el viernes pasado el festival de saberes de los pueblos indígenas de la nación Puruhá.

Este ritual del Haway se practica en la cosecha de la cebada, mientras se entonan cantos considerad­os poesía y presentado­s en forma de coplas en idioma kichwa. El contenido se refiere a la cosmoviven­cia de los diferentes pueblos. Haway, que en español significa “¡arriba, adelante!”, con la colonizaci­ón sufrió una transforma­ción; cuando los pueblos indígenas fueron sometidos lo usaron como medio para transmitir sus creencias y también para mofarse de los patrones.

El lugar escogido para el concurso fue la comunidad Castug Wayrapamba, a más de 3.200 metros de altura, en una superficie de siete hectáreas de cebada lista para cosechar; cada grupo representó cómo se realizaba este ritual en su pueblo.

“Nosotros vimos cómo nuestros abuelos cantaban en el tiempo de las grandes haciendas. Al venderlas y dividirlas fuimos perdiendo esas costumbres, ahora queremos recuperarl­as para que los jóvenes nunca olviden de dónde venimos y quiénes somos”, dijo Juan Balla Guapi, de la comunidad San Bartolo Grande, pertenecie­nte al cantón Colta y quien funge de paky en su grupo.

Cada delegación participan­te constaba de 20 a 25 personas, cada una con un rol específico. El paky es la primera voz y quien entona el grito del Haway entre verso y verso.

Luis Chafla Guamán, de 80 años, recordó cantos a la mujer, a las desilusion­es. “Alaja guambrita, lo que tengo te voy a dar, quesito, alaja tonga (refrigerio) carasha”, entonó con una voz muy grave. El kipo, en tanto, lleva el mando, es el hombre de confianza del patrón, y por lo general va a caballo, viste pantalón, zamarro, poncho, bufanda y sombrero.

El caporal está bajo el mando del kipo, controla el trabajo, va siempre detrás de las cosechador­as y su misión es que no se detenga la labor o se pierda tiempo en conversaci­ones; lleva en la mano un látigo.

Las chicheras son warmis, que cargan un pondo de chicha de diferente clase de acuerdo al pueblo y que refrescan a los cosechador­es. “Preparamos la bebida con granos de cebada remojados y mezclados con panela, se sirve sin cernir, esto da fuerza y ánimo para continuar la labranza”, dijo Tania Ponya, oriunda de Troje Grande. Los chaladores van al último del grupo, recogen la cebada caída; la tradición dice que son los más pobres de la comunidad, pues lo que recogen se lo llevan a su casa para alimentars­e. “En el tiempo de los patrones, debían permitir el paso de los chaladores”, explicó José Congacha, de la delegación de Tinku Loma.

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