El rascacielos que casi cae por un error de cálculo
Un error de cálculo pudo haber provocado una de las mayores catástrofes de EE. UU. ❚ La llamada de una estudiante alertó de la falla a los constructores
La llamada de una estudiante alertó de la falla a los constructores del edificio del Citigroup en Manhattan.
En la calle 53, entre Lexington y la Tercera Avenida se levanta el rascacielos de la mayor empresa de servicios financieros del mundo, Citigroup. Se inauguró en 1977 y es uno de los edificios más reconocibles de Manhattan por su peculiar cubierta inclinada. Sin embargo, el Citigroup Center es mucho más peculiar, y también mucho más interesante, por su estructura.
Visto a altura de calle, la torre toma contacto con el suelo a través de un núcleo central de apoyo y cuatro enormes soportes situados en el centro de cada una de las caras del prisma, algo notablemente infrecuente.
¿A qué se debe ese exótico atrevimiento estructural? Pues a que el rascacielos, de 59 plantas y 279 metros de altura, vuela (literalmente) por encima de una iglesia. Cuando a inicios de los 70 Citicorp quiso comprar el solar, la orden les dijo que la iglesia se quedaba ahí por mucho dinero que les ofrecieran... Pero luego de muchas negociaciones, la congregación de San Pedro vendió todo a cambio de que construyeran una nueva en el lugar donde se levantó la antigua. Tanto el rascacielos como la nueva iglesia son obra del arquitecto Hugh Stubbins y, efectivamente, una de las esquinas de la torre vuela por encima de la cubierta de la iglesia de marras y, claro, a la estructura no le queda más remedio que colocarse en el centro de las caras.
Lo malo es que el cálculo de esa estructura era realmente complejo. Citicorp contrató a uno de los profesionales más reputados del país, William J. Lemessurier. Algo que el hombre de a pie no suele saber es que el enemigo principal de la estructura de un rascacielos no es el peso del edificio sino el empuje horizontal del viento. A partir de una cierta esbeltez, las estructuras portantes se calculan para resistir el viento y, si aguantan el viento, también aguantan el peso propio.
Una vez resuelta la estructura, el Citicorp Center se inauguró al público con gran boato en junio de 1977. Lemessurier lo consideraba su mejor obra. Y seguramente lo era. Sin embargo, en junio de 1978, Diane Hartley, una estudiante de Ingeniería Civil de Princeton llamó al estudio de Lemessurier.
Estaba haciendo una tesis sobre el Citicorp y tenía algunas dudas respecto a la estructura. Como Lemessurier no estaba en la oficina, habló con el ingeniero sénior Joel Weinstein.
Hartley aseguraba que, según sus cálculos, la estructura solo estaba preparada para resistir un empuje que viniese perpendicular a las caras y que debería haberse calculado para vientos que viniesen desde las esquinas. Aunque Weinstein despachó a la mujer, al día siguiente le contó toda la historia a Lemessurier, quien escamado con la duda decidió repasar sus propios cálculos. En efecto, Hartley tenía razón: se habían usado los procedimientos habituales y el Citicorp Center resistiría si tuviese una estructura habitual. Pero no la tenía.
La nueva hipótesis de viento diagonal aumentaba un 40 % la cantidad de superficie afectada. Por tanto, aumentaba hasta un 160 % los empujes horizontales que debería soportar el edificio. Afortunadamente, los coeficientes de seguridad empleados en el cálculo permitían a la estructura resistir incluso las cargas no contempladas. Y Lemessurier habría respirado tranquilo si la estructura se hubiese ejecutado tal y como él ordenó. El problema es que no se hizo así.
Para reducir costes y mano de obra, la constructora había decidido usar tornillo con entrada y salida, en lugar de las soldaduras que figuraban en el proyecto. Uniones que fallarían ante los empujes no calculados de viento diagonal. Si el ‘mass damper’ funcionaba, el edificio resistiría vientos de hasta 160 km/h; pero si una tormenta cortaba el suministro eléctrico, inutilizando así el amortiguador de masas, el rascacielos de Citicorp, una torre de casi 300 metros de altura construida en medio de una de las ciudades más pobladas del planeta, podría colapsar con vientos de apenas 110 km/h. Algo que, repasando la historia de tormentas en la ciudad de Nueva York, se producía cada 16 años.
Desde junio hasta finales de agosto de 1978, en plena temporada de huracanes, batallones de soldadores a los que habían obligado a firmar un acuerdo de confidencialidad se colaron cada tarde y cada noche y cada madrugada para soldar todas y cada una de las juntas del edificio. Trabajaban detrás de paneles de cartón yeso, ocultos a los ojos y las preguntas del personal de limpieza.
El Ayuntamiento de Nueva York dispuso un protocolo de emergencia. Dos mil quinientos voluntarios de Cruz Roja, decenas de estaciones de bomberos y policía estaban preparados para acordonar entre siete y doce manzanas en caso de que alguna tormenta especialmente virulenta se acercase a la Gran Manzana.
A finales de septiembre se terminaron los trabajos de refuerzo de la estructura de Citicorp y se desactivaron todos los protocolos. El rascacielos aguantaría vientos hasta cuatro veces superiores a los que jamás se habían medido en la ciudad. Todo se hizo en secreto. Nadie se lo contó a nadie. Así, hasta que el periodista Joe Morgernstern escuchó la historia en una de esas fiestas y la contó en un artículo para The New Yorker de mayo de 1995.
EL DETALLE
Protocolo de emergencia. En los tres meses que duró el reforzamiento de la estructura, 2.500 socorristas y decenas de bomberos y policías estuvieron alerta.