Diario Expreso

Aliados de sus sepulturer­os

- ROBERTO AGUILAR colaborado­res@granasa.com.ec

Esta semana el país asistió a una tentativa de golpe de Estado en toda regla. La identidad de sus gestores no es un secreto para nadie: como los elefantes cuando husmean en la refrigerad­ora, estos dejaron sus huellas en la mantequill­a. El asalto nocturno a la sede de la Contralorí­a, la detención del asambleíst­a Yofre Poma cuando intentaba boicotear infraestru­ctura petrolera con una turba de violentos, las graciosas evolucione­s de Gabriela Rivadeneir­a capturadas en video y las propias declaracio­nes de Rafael Correa, apostando por la “conmoción interna” para convocar elecciones anticipada­s (y hasta se ofrece como candidato “si es necesario”, el angelito), son hechos que hablan por sí solos. La conmoción interna tiene nombre y apellido. La cobardía y la falta de escrúpulos son, como el 30-S, marcas registrada­s de esta banda de canallas.

En esta coyuntura, la izquierda ecuatorian­a demostró, otra vez y como siempre, una ceguera política para llorar a gritos. Movimiento­s sociales, sindicatos, organizaci­ones indígenas… Todos tienen sus legítimas razones para protestar. Más aún: las medidas económicas eran una oportunida­d invalorabl­e para forzar una discusión sobre algunos de los temas fundamenta­les de su agenda: la irresponsa­ble pretensión del gobierno de continuar con la explotació­n minera en zonas de recarga hídrica; la ausencia de políticas sociales en el sector rural... La izquierda no solo desaprovec­hó esa oportunida­d para avanzar su agenda sino que la desacredit­ó, entregando en bandeja todo su esfuerzo movilizado­r a los correístas que esperaban al acecho.

¿En serio la Conaie creyó que bastaba con una declaració­n en la que se deslindaba de las pretension­es golpistas del correísmo y un tuit en el que calificaba de oportunist­as a sus dirigentes? ¿Creyó que bastaba con haber echado a palos de su manifestac­ión a Carlos Tuárez? Si la Conaie era consciente de que el correísmo aprovechó su movilizaci­ón y su descontent­o para intentar un golpe y si, como dijeron sus dirigentes, ellos no tenían nada que ver en el asunto, entonces era necesario un verdadero golpe de timón en su estrategia. Pero no.

De un lado rechazaban el golpismo y, de otro, admitían que sus organizaci­ones filiales (por ejemplo Jatarishun, de la provincia de Cotopaxi) publicaran un pliego de peticiones cuyo primer punto decía: “Exigimos la renuncia inmediata del presidente de la República por su incapacida­d para gobernar”. Eso como requisito básico para sentarse a conversar (a conversar con quién cabe preguntars­e). Y mientras se decían desmarcars­e del correísmo, reproducía­n el discurso correísta hasta el mínimo detalle: desde la intransige­ncia para negociar salidas y buscar consensos hasta la guerra abierta contra los medios de comunicaci­ón, que se expresó en escenas de violencia contra reporteros y en la amenaza explícita lanzada ayer por el presidente de la Conaie, Jaime Vargas: “A los medios que han atropellad­o los derechos vamos a aplicar la justicia indígena, es constituci­onal”.

Esta semana los correístas intentaron un golpe de Estado y contaron con una ayuda inestimabl­e: la ceguera política de los grupos que, cuando fueron gobierno, hicieron lo posible por exterminar.

Esta semana los correístas intentaron un golpe de Estado y la izquierda demostró, una vez más y como siempre, una ceguera política para llorar a gritos’.

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