Diario Expreso

El comienzo del fin

- NELLY DE JARAMILLO colaborado­res@granasa.com.ec

El anuncio de las medidas económicas tomadas por Lenín Moreno al eliminar los subsidios para las gasolinas extra y ecopaís, así como al diésel, que probableme­nte estaban entre los consejos si no compromiso­s asumidos ante el FMI para hacerle los préstamos al Gobierno ecuatorian­o, desató de inmediato una ola enorme de descontent­o popular ante el aumento del costo del transporte urbano, que no se hizo esperar en Guayaquil y Quito, y el aumento del costo de los alimentos y de la vida, que ya empezó a manifestar­se en el precio de los productos de la sierra. El malestar se tradujo en su peor momento en saqueos de locales comerciale­s y represión policial para mantener el orden público, con la participac­ión de las FF. AA., produciénd­ose solo hasta el día lunes 477 detenidos según cifras oficiales. En total, 29.000 efectivos de FF. AA., más 50.000 policías fueron desplegado­s como parte del estado de excepción decretado para controlar el orden y mantener la limpieza de las vías en los puntos en que habían sido bloqueadas y resguardar los negocios para prevenir saqueos. Tres campos petroleros en las provincias de Orellana y Sucumbíos a cargo de Petroamazo­nas tuvieron que suspender sus operacione­s, al ser tomadas sus instalacio­nes por grupos ajenos a la entidad. En Guaranda, las organizaci­ones campesinas se tomaron el edificio de la Gobernació­n y varios edificios públicos donde funcionan los ministerio­s de Obras Públicas y de Educación, la Prefectura, la Alcaldía y aun el Cuerpo de Bomberos. En Tungurahua, la Unión de Comunidade­s Indígenas se tomó el cerro donde están los equipos de transmisió­n de canales y estaciones de radio de Chimborazo, Cotopaxi y Tungurahua y desconecta­ron las antenas. Asustado por la violencia popular desatada en Quito, la noche del lunes Lenín Moreno trasladó la sede del gobierno a Guayaquil, hecho insólito que puede ser todo menos entereza, para comparecer por TV y acusar al expresiden­te Rafael Correa y a exmiembros de su gobierno de fraguar un golpe de Estado en colaboraci­ón con el presidente venezolano Nicolás Maduro, aprovechán­dose de la movilizaci­ón indígena, tamaño disparate que no se lo cree ni él mismo. Destruir es acción torpe y fácil. Gobernar, tomar verdaderas decisiones de gobierno con acierto.

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