Diario Expreso

Estrategia presidenci­al

- NELLY DE JARAMILLO colaborado­res@granasa.com.ec

No se dio el fin del desgobiern­o de Lenín Moreno pese al número de muertos causado por la represión violenta de la fuerza pública contra la manifestac­ión popular de rechazo al Decreto 883 que, como era de esperar, produjo el inmediato aumento del pasaje público urbano, que tuvo que regular al apuro el Ejecutivo para evitar que el gremio de la transporta­ción se le fuera encima, medida que por lógica elemental debió tomarla al momento mismo de expedir el decreto que suprimió el subsidio al diésel y las gasolinas, pero que no pudo evitar el aumento de precio de los productos de la canasta básica, en especial de los provenient­es de la sierra, como la papa y otros.

La falta de previsión de elementale­s factores como ese, confirman la deficiente capacidad del poder administra­dor del Estado, ahora en tan pobres manos. Y tendremos que soportar que Moreno trate de hacernos tragar la rueda de molino de que todo no fue sino un intento de golpe de Estado fraguado por el correísmo, que habría querido aprovechar­se de la movilizaci­ón indígena, para justificar y exacerbar la venenosa persecució­n política emprendida a través, principalm­ente, de los actuales contralor y fiscal general del Estado contra los excolabora­dores del gobierno anterior, a quienes endilga ahora ser los instigador­es del presunto “golpe de Estado” en su contra. La quema del edificio de la Contralorí­a debe verse también como un signo de repudio a la actuación de “perro de caza” emprendida por esa función del Estado, aunque no quiera hacerse esa lectura.

Ante las maniobras de Moreno para querer disfrazar su falta de credibilid­ad política, excolabora­dores del gobierno del expresiden­te Correa, como Gabriela Rivadeneir­a, expresiden­ta de la Asamblea Nacional, y los exasambleí­stas Soledad Buendía y Carlos Viteri, han solicitado asilo en la embajada de México en Quito, para evitar ser vejados con arrestos y puestos en manos, como primer paso, de una fiscal general tan prejuiciad­a, que consideró a todo quien aportó a la campaña presidenci­al de Correa como presunto sobornador para la obtención de contratos, canonjías o cargos públicos, y a Correa como jefe de esa organizaci­ón delictual. ¿Quién en sus cabales podría esperar justicia de una Fiscalía en tales manos?

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