La diva del ballet, a oscuras gran parte de su vida
Alicia Alonso, la leyenda mundial de la danza clásica, murió el jueves en La Habana a los 98 años. No dejó de bailar incluso con graves problemas de visión
Alicia Alonso acumuló en su palmarés un récord tras otro: fue la que se calzó las zapatillas de puntas hasta más tarde; la que apareció en alguna escena coreográfica pasados los 90 años; la que bailó prácticamente ciega gran parte de su vida. Y la que recorrió el mundo más veces...
Puede ser considerada, cronológica y estilísticamente, la última gran diva del ballet. Ella y la moscovita Maya Plisetskaia (1925-2015): dos carreras paralelas y algo encontradizas que son, en sí mismas, la historia viva del ballet del siglo XX. Ambas pisaron los escenarios de todo el mundo y se empeñaron en bailar lo que pudieron del siglo XXI, incluso aquel tiempo en el que a veces, tristemente, se ignoraba su grandeza.
Alicia Ernestina de la Caridad Martínez del Hoyo, como era su verdadero nombre, falleció el jueves último, en un hospital de La Habana en el que había ingresado horas antes por una baja de tensión arterial muy fuerte. En diciembre habría cumplido 99 años.
Alicia, a quien llamaban en la intimidad Hunguita o Hunga (por ser muy morena de pelo y ojos negros, parecía una “pequeña húngara”), viajó con su hermana mayor a España, donde aprendió a tocar las castañuelas y los rudimentos de las danzas españolas.
A los nueve años ingresó en la clase habanera del maestro ruso Nikolai Yavorski, dentro de la Sociedad Cultural Pro-arte Musical. Allí hizo su primera aparición escénica poco después en el vals del Cascanueces. Viajó a Nueva York por primera vez en 1937, donde se casó con Fernando Alonso, a quien ya conocía de la clase de Yavorski. Enseguida tuvieron a su única hija, Laura, que también fue bailarina y prestigiosa maestra de ballet. Alicia ingresó en la School of American Ballet. Después aprendería en París. Apareció en Broadway en los musicales Great Lady (1938) y Stars In Your Eyes (1939) e hizo su primera gira con el Ballet Caravan ese mismo año, encarnando su primer protagónico en Billy the Kid, de Eugene Loring, ballet con argumento del lejano Oeste.
Se convirtió en leyenda en su primera aparición como la protagonista de Giselle, el 2 de noviembre de 1943, con Anton Dolin, en sustitución de la inglesa Alicia Markova, que había enfermado; en 2013, en esa misma fecha, celebró los 70 años de esta aparición escénica asistiendo en el Teatro de la Maestranza de Sevilla a una representación de este título por el Ballet Nacional de Cuba.
En esa temprana época neoyorquina, entre 1943 y 1945, fue operada en dos ocasiones de los ojos, con reposo. En 1972 fue operada en Barcelona, con éxito parcial. Los médicos le dijeron que debía dejar la danza si quería conservar algo de visión. Ella se negó. Y, al contrario, se esmeró en su técnica y en su versatilidad estilística, estudiando
roles y modos que luego puso en práctica sobre el escenario cuando fue perdiendo progresivamente la vista.
Entre su repertorio están Pas de Quatre (Dolin, Lester); Apollon Musageta (Balanchine); Jardín de lilas, Gala performance y Romeo y Julieta (Tudor) y Aleko (Massine). Bailó con todos los destacados masculinos de su tiempo, aunque su inseparable pareja hasta 1960 fue Igor Youskevitch.
Durante una suspensión laboral, en 1948, volvió a La Habana como invitada de Pro-arte Musical y fundó su compañía, el Ballet Alicia Alonso (después Ballet de Cuba y desde 1959 Ballet Nacional de Cuba). Entonces empezó a coreografiar. Siguió creando y bailando hasta el último momento.
EL DATO
Conocida como Prima Ballerina Assoluta, recibió también el Premio Nacional de Danza en Cuba y la Medalla de Oro del Círculo de Bellas Artes de Madrid.