Las gallinas universitarias
México es el país que más aves consume por cabeza y año ❚ La UNAM tiene 7.000 animales al cuidado y para estudios ❚ Sus observaciones rompen mitos
México es el país de los huevos si se tienen en cuenta sus registros: es donde más piezas se comen por cabeza y año (¡hasta 390 de media!) y el tercer productor del mundo, tras China y EE. UU. De sus granjas salen 2,8 millones de toneladas anuales y aún podrían aspirar a más pero la gripe aviar les limitó la exportación. Con estas cifras, no es de extrañar que la gran universidad del país convocase el pasado viernes para celebrar que era el día internacional del producto más cacareado.
Sí, señor, también hay san Huevo en el calendario mundial. Pero la UNAM no solo señalaba una fecha; ellos mismos aportan a la producción nacional 136 toneladas de huevos al año, procedentes de una granja destinada a la docencia e investigación de nuevos veterinarios.
Las 7.000 gallinas universitarias gozan de los cuidados que les prodigan las batas blancas y en el despacho de la jefa de todo aquello, la veterinaria Pilar Castañeda se responden todas las curiosidades que siempre quiso saber alrededor del único producto natural del mundo que nace envasado.
Muy al sur, cuando la Ciudad de México va perdiendo la primera parte del nombre y el campo se adueña del paisaje, la UNAM posee unas naves con ponedoras, algunos pavos, pollos de engorde y un número testimonial de conejos.
Allí se entrenan los estudiantes en la vida y la muerte animal y se desarrollan numerosas investigaciones, algunas encargadas por las grandes empresas avícolas del país. Y también se prestan consejos científicos a los habitantes de
la zona, que suelen tener sus gallinas para abastecimiento de la casa. Les interesa saber que es más eficiente una explotación en jaulas que en el suelo, porque los huevos salen y se mantienen limpios, lejos del ácido úrico de los excrementos que daña la cutícula natural que impide la entrada de bacterias. Además, en jaulas apiladas, los metros cuadrados se rentabilizan más.
¿Y qué hay de la felicidad de las gallinas? Eso también lo
responden. Una de sus investigaciones trata de determinar si el bienestar animal puede ser rentable para las explotaciones avícolas, es decir, si el tamaño de la casa lo agradecen con más huevos al año y resulta rentable para la producción a gran escala. La puesta es difícil mejorarla, porque estas aves sueltan unas 318 piezas en 365 días. Y la felicidad no es fácil de determinar. Castañeda menciona investigaciones en las que el gallinero tenía un gran jardín, pero no todas las aves salían a solazarse. Las marcaron y comprobaron que las más caseras siempre eran las mismas. Cuestión de carácter, quizá.
¿Quiénes son entonces las felices, las que salen o las que se quedan? Los animales se sienten protegidos a cubierto, o subiendo a las ramas más altas.
En libertad, o mejor dicho, en condiciones predomésticas, estas aves dormirían en el árbol y las más fuertes en las ramas más altas: las gallinas “son muy de jerarquías, y la dirimen a picotazos”, dice Castañeda.
El traslado de estas condiciones naturales al gallinero sería instalar unos palos (las perchas) para que descansen cuando oscurece. Y entonces, los granjeros observarán que solo en el silencio de la noche, cuando las jefas del clan están dormidas, las que antes fueron picoteadas se atreven a subir al palo mayor a echar un sueño. “Ay, las gallinas, las amo”, confiesa Castañeda, que tiene el despacho decorado con estas aves de corral en todos sus formatos y materiales.