La tierra habrá que trabajarla pa’ que el fruto lo recojas
El trabajo que yo hago mi padre me lo enseñó, inculcando no ser vago con el ejemplo lo demostró.
Tantas labores desarrolló pa’ ganarse er pan diario, su economía apuntaló con el trabajo agrario. Primero jue’ arrendatario de terrenos pal sembrío, llegando a ser propietario de un pequeño plantío. También anduvo por el río con su canoa poderosa, viajando a su albedrío sin ser ella balumosa.
Transportando a personas desde un recinto a otro, anduvo campestres zonas volviéndose tan pronto.
Gustándole el jolgorio disfrutar con los amigos, siendo muy bien notorio preferencia por los pasillos. Hombre jovial y sencillo ante nada se amilanó, la aventura y el peligro sabiamente los enfrentó.
Acertadamente aplicó las leyes del campesino, férreamente me encauzó forjándome mi destino. En este pequeño recinto llamado La Margarita, corre el río Los Tintos inundando de pasantía. No serán muchas casitas que conforman el poblado, pero si ustedes nos visitan quedarán muy encantados.
Arrozales por todos lados por donde quiera se mira, en mi campo adorado es la siembra preferida. Arturo me jue’ criando siendo su pequeño hijo, al mismo tiempo señalando a que yo le ponga oído.
Saludar siempre me dijo al vecino o forastero, dar la mano al amigo brindar afecto sincero. Madrugar es lo primero apenas el gallo cantara, machete, botas y sombreros pa’ andar largas jornadas.
Iniciando la caminada bajo un cielo oscurecido, aún el frío de la mañana azotando embravecido. Hasta llegar a los plantíos de a poco el sol asomando, entre los cerros escondidos.
Es en cada celebración de las fiestas patronales, hacemos peregrinación yactos ceremoniales. El terreno bien secado con agua se vuelve a llenar, el canguro irá pasando la máquina debe fanguear. Pa’ nuevamente sembrar calidad de semilla, diariamente sin parar creciendo de maravilla.