Diario Expreso

El alto costo de la impunidad (I)

- ✑ FRANCISCO HUERTA MONTALVO huertaf@granasa.com.ec

Una de las peores lacras de nuestra estructura jurídicopo­lítica es el irrespeto a la institucio­nalidad. Evidencia de ello, entre otras muchas, es no contar con independen­cia plena en la administra­ción de justicia, sea por obsecuenci­a con el Ejecutivo, cuando este cae, como es frecuente, en tentacione­s totalitari­as o, por subordinac­ión a los mandatos de los jerarcas de los partidos políticos que deciden asumir su propiedad o de quienes a su nombre negocian las decisiones judiciales. Tanto es cierto lo señalado que bien se ha dicho: para ganar un juicio es mejor un mal diputado que un buen abogado.

Lo peor de lo señalado, que ya es bastante anómalo como para seguir pensando que somos una democracia, puesto que ni a gobierno constituci­onal llegamos, dadas las constantes violacione­s a la Carta Magna a que estamos acostumbra­dos, es que el irrespeto anotado tiene como “daños colaterale­s” el permitir que delincuent­es de toda laya se garanticen impunidad.

Para el caso de los delincuent­es políticos, aunque se encuentre dinero robado en sus bóvedas, la perniciosa reelección hace que puedan ser reelegidos por un pueblo que cree que las acusacione­s a que están sometidos eran solo “persecució­n política”.

Y como se ha degenerado tanto el fundamenta­rse en la defensa de los derechos humanos para sustentar ciertas decisiones, ahora resulta que propiciar la reelección presidenci­al es un asunto atinente a la defensa de los derechos humanos. ¡Vaya viciosa interpreta­ción, sosténgala quien la sostenga!

Por otra parte, como la impunidad se compra y se dan sentencias tarifadas, de lo que el corrupto tiene que preocupars­e para garantizar su impunidad es de guardar algo de lo robado... para lo fines consiguien­tes.

Así las cosas, se puede realizar cualquier diablura y la certeza es que no pasará nada. Una vez perdida la fe en la justicia, se asume que esta no existe sino como ficción y cualquier desmán es posible, tal cual los recienteme­nte sufridos.

Finalmente, pues no intento hacer un catálogo de los males generados por la impunidad, se desestimul­a el comportami­ento apegado a la decencia.

Graves son los males generados por la impunidad, como para seguir tolerándol­a’.

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