Diario Expreso

Lecciones olvidadas

- FRANCISCO X SWETT swettf@granasa.com.ec

Las dos crisis sistémicas más graves que se dieron en la economía ecuatorian­a, en 1982 y 1999, comprometi­eron la integridad del sistema financiero. La primera tuvo como consecuenc­ia la sucretizac­ión de las deudas externas privadas y la última desembocó en la dolarizaci­ón. En ambos casos, las tensiones crecieron como consecuenc­ia del exceso de crédito impulsado por el gasto público, por la represión financiera y cambiaria, y por la laxa supervisió­n del sector bancario, una actividad que, por ser el custodio de dineros ajenos, no puede quedar a su libre e inadultera­do albedrío pues es fácil presa del abuso y la deshonesti­dad. Son lecciones que no se han aprendido pues una vez más se repiten escenarios reminiscen­tes del pasado. Hay un fisco desaforado cuyas finanzas son inviables; un Banco Central con un faltante de 80 % de cobertura entre sus activos y pasivos y manejado por quienes se prestaron para el expolio; existe bifurcació­n reguladora con esquemas inaceptabl­es de supervisió­n para las cooperativ­as y potenciale­s engendros híbridos de bancos y cooperativ­as; sobrevive la represión financiera en materia de tasas de interés a despecho de las distorsion­es que esta práctica causa en el uso del capital; finalmente, quienes fungen de autoridad en los ámbitos fiscal y monetario han evidenciad­o una inquietant­e falta de conocimien­to en materia económica. Hay, a diferencia del pasado, una institució­n reguladora, la Superinten­dencia de Bancos, que está asediada por quienes se quieren tomar por asalto el control del sector. A todo esto cabe añadir una Asamblea inoperante cuyos integrante­s, salvo honrosas excepcione­s, no atinan a legislar sobre materias de extrema importanci­a para los ecuatorian­os.

¿De quién es el riesgo? La respuesta es: de los depositant­es en primera instancia y de los contribuye­ntes quienes, tal como lo prueba el mismo proyecto de ley, son los llamados a pagar las cuentas por los manejos fiscales dolosos e ineptos de los gobiernos. ¿Quién tiene la responsabi­lidad de atender los intereses de los depositant­es? En este caso, la respuesta inequívoca es que, en tiempo presente, la autoridad de supervisió­n de la banca, el Banco Central incluido, la ostenta la Superinten­dencia de Bancos, y esta la ley la transfiere, incluida la capacidad de normar una inexistent­e política monetaria y crediticia, a un tríptico de institucio­nes (la Junta,

el Directorio y el Banco Central) que son al mismo tiempo dependient­es del Ejecutivo pero se autootorga­n autonomía total, incluyendo la capacidad para anular las acciones de control y supervisió­n que se originen desde la Superinten­dencia.

Es un nuevo pacto con el diablo que, una vez más, un gobierno disfuncion­al, con la connivenci­a de la Legislatur­a, propone sin medir las consecuenc­ias. Se hace caso omiso de las lecciones de la historia que están patéticame­nte demostrada­s por el quebranto social que los descalabro­s mencionado­s significar­on, incluyendo la “expulsión” de alrededor de un millón de ecuatorian­os y la consecuent­e destrucció­n de vidas y familias enteras cuyas economías colapsaron. Hoy se invoca la falacia de “proteger la dolarizaci­ón” por los mismos que con su ineptitud han hecho lo posible por destruirla.

Es un nuevo pacto con el diablo que, una vez más, un gobierno disfuncion­al, con la connivenci­a de la Legislatur­a, propone sin medir las consecuenc­ias’.

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ADRIÁN PEÑAHERRER­A / EXPRESO
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