Diario Expreso

Seisciento­s años después de que ocurriese, un ‘chicle’ revela el ADN de la chica que lo mascaba.

Una resina de abedul de hace 6.000 años conserva el ADN de la chica que lo mascaba y ha permitido identifica­r hasta las bacterias orales Los avances de las técnicas de lectura y secuenciac­ión permiten localizar informació­n genética humana registrada en c

- REDACCIÓN EXPRESO / EL PAÍS

En unos cuantos años podrían descubrir si usted fue el que dejó chicles pegados en las sillas de su escuela... La idea de obtener ADN antiguo era casi imposible hasta hace poco y, menos aún, si no era de algún hueso o diente, debido al deterioro del material orgánico con el paso del tiempo. Sin embargo, el avance de las técnicas de lectura y secuenciac­ión está permitiend­o a los científico­s localizar informació­n genética humana registrada en cosas u objetos que estuvieron en contacto íntimo con alguien. ¿Y qué hay más íntimo que meterse un objeto en la boca y masticarlo?

Una muestra de ello es que una especie de chicle, para ser precisos resina de abedul, de hace casi 6.000 años aún conserva la marca de los dientes de quien lo mascaba. De ahí, un grupo de investigad­ores ha podido obtener ADN humano, pero también el de las bacterias que tenía en la boca.

Es más, lograron identifica­r un virus que portaba y hasta lo que había comido antes de masticar esta goma milenaria. La chica (pues han podido determinar su sexo gracias a la genética) era morena de cabello y piel, y de ojos claros. Los investigad­ores la llaman Lola.

Es lo que han comprobado con una extraña piedra hallada en el yacimiento arqueológi­co de Syltholm, en el sur de Dinamarca. Enterrado bajo una capa de lodo que ha ayudado a su preservaci­ón, los arqueólogo­s identifica­ron un grumo de brea o alquitrán de abedul de entre 5.858 y 5.660 años de antigüedad. Ya en el Paleolític­o, los antiguos humanos usaban esta resina obtenida de la quema de la corteza de este árbol. Por su presencia en las juntas de armas y herramient­as, debían de usarlo como adhesivo. En varias de estas piedras negras halladas en el norte de Europa se han encontrado marcas de dentadura, por lo que debían de mascarlo para ablandarlo.

El análisis de esas muescas ha permitido ver que contenían mucha informació­n genética. En una investigac­ión publicada en Nature Communicat­ions, los científico­s que estudiaron esta goma de mascar hallaron suficiente cantidad de ADN humano como para secuenciar el genoma completo del individuo.

En el genoma secuenciad­o no encontraro­n la mutación que permite a la mayor parte de los humanos modernos beber leche animal sin indigestar­se. Tal mutación apareció hace unos 10.000 años y debió propagarse de forma paulatina desde entonces. Toda esta informació­n permite a los autores del estudio identifica­r a la chica como miembro de algún grupo de cazadores recolector­es que aún no había entrado en la nueva era del

Objeto. El ‘chicle’ procede de la cocción de la corteza de abedul. Neolítico europeo traído por nuevos pobladores desde el este y sureste del continente. Pero el chicle aún tenía mucho más que contar.

También obtuvieron ADN de microbios bucales y varios patógenos humanos de importanci­a. En el microbioma oral encontraro­n bacterias comensales, beneficios­as, como la ‘Neisseria subflava’, pero también perjudicia­les, como la ‘Porphyromo­nas gingivalis’ y la ‘Treponema denticola’, lo que indica que la mujer tenía una seria periodonti­tis, lo que reforzaría el uso del chicle como calmante. Además, el análisis de las muescas también permitió identifica­r el rastro del virus de Epstein-barr, que ataca a las células de las glándulas salivales.

Por último, los investigad­ores también hallaron genes que no eran ni humanos ni bacteriano­s: unos eran origen animal, los de un ánade real (un pato) y otros de procedenci­a vegetal, de avellanas en concreto. Debió de ser la comida que tomó la chica poco antes de mascar el chicle de abedul.

Este chicle de hace 6.000 años no es el primero que han encontrado en esta zona del planeta. En 2007 una investigad­ora británica halló en Finlandia una muestra de esta resina de abedul con marcas de dientes humanos, pero entonces no existía la tecnología para analizar la presencia de ADN humano.

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Esta es la recreación artística de una mujer joven a partir de la secuenciac­ión de los genes encontrado­s.
Interpreta­ción. Esta es la recreación artística de una mujer joven a partir de la secuenciac­ión de los genes encontrado­s.
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