Diario Expreso

Los 21 días de travesía de un narcosubma­rino

Tras el hallazgo del semisumerg­ible cargado de droga, la Policía Nacional de España amplía la investigac­ión a organizaci­ones con ramificaci­ones en Madrid y Colombia

- P. ORTEGA DOLZ, N. CARRETERO, A. GALOCHA M. ZAFRA EL PAÍS ■ ESPECIAL PARA EXPRESO

Y Agustín Álvarez tomó un avión en Madrid con destino a Brasil el pasado 25 de octubre. A sus 29 años, los distintos títulos de navegación que había sacado -el último, de patrón de yate- en su ciudad natal, Vigo (Pontevedra), le iban a servir para acometer la misión más arriesgada de su vida: cruzar de América a Europa en un semisumerg­ible de 20 metros de eslora con 3.000 kilos de cocaína a bordo. Un cursillo acelerado de navegación en un río, dos ciudadanos ecuatorian­os con experienci­a marinera como compañeros de travesía, 20.000 litros de combustibl­e, un pago de 100.000 dólares (unos 89.700 euros) por adelantado y un destino a 9.000 kilómetros: 3.000 kilómetros de recorrido fluvial más 6.000 por el Atlántico hasta Galicia.

“Zarparon por el río desde algún recóndito lugar de la zona de Leticia”, capital del departamen­to del Amazonas y extremo sur de Colombia, señalan fuentes de la Policía Nacional, que continúa con la investigac­ión más allá de las fronteras gallegas: “Se ha ampliado a Madrid y Colombia”.

“La mala mar al llegar a la costa española y los fallos del motor, además del hecho de que nadie saliese a recoger la mercancía, les llevaron a hundir la nave en la playa de Hío (Pontevedra) y a tratar de escapar, pero su idea era regresar a recuperar la droga después”, relatan fuentes de la investigac­ión de la llamada Operación Baluma, que dirige la titular del Juzgado de Instrucció­n 1 de Cangas de Morrazo, Sonia Platas.

Estas mismas fuentes apuntan a los actuales grandes clanes del narco gallego, “el de El Burro o el de El Pastelero” como principale­s sospechoso­s.

Álvarez era una pieza clave en esta misión casi suicida, según se deduce de los testimonio­s que los tripulante­s han ido relatando a compañeros de celda y a funcionari­os de la prisión, ya que se negaron a declarar ante la policía. Hubo fallos del motor (“nuevo y de 2.000 caballos de potencia”, según fuentes de la investigac­ión), problemas de ventilació­n en el navío y hasta pérdida de los víveres y el agua que llevaban.

Fueron 26 días en un pequeño habitáculo que podía sumergirse hasta dos metros de profundida­d para eludir los radares de los buques de la Armada y durmiendo en catres sobre 152 fardos de droga. Tuvieron buen tiempo casi hasta llegar a España, pero al décimo día surgió el primer problema mecánico. Los dos tubos que salen de popa, que sirven para inyectar aire en el motor, se estropearo­n. El aire del submarino se hizo irrespirab­le. Incapaces de arreglarlo, pese a que uno de los ecuatorian­os era mecánico, se vieron obligados a ir abriendo la escotilla unas horas cada día para ventilar la nave hasta llegar a tierra. Antes -y siempre según lo relatado en prisión por los tripulante­s-, en un golpe de mar, perdieron también la bolsa con víveres y agua que la embarcació­n llevaba precintada y adosada al casco. Y, por último, se rompió el depósito de aceite, que impregnó toda la nave, incluidos los fardos de cocaína.

Al final, a la desesperad­a, tras un primer intento fallido de acercarse a la costa en Oporto (Portugal), y tras varios días recibiendo coordenada­s distintas de la organizaci­ón para entregar la mercancía sin que nadie apareciese, vino el intento de huida a nado con trajes de neopreno en la playa de Hío.

El amplio dispositiv­o policial desplegado en la zona, tras una alerta por parte de la DEA, dio al traste con las aspiracion­es de los tripulante­s.

Lo primero que pidieron Pedro

Roberto Delgado (Ecuador, 1975) y Luis Tomás Benítez (Ecuador, 1977) al ingresar en prisión fue afeitarse.

Fuentes penitencia­rias los describen: “Callados, tímidos y desconfiad­os”. También se interesaro­n por saber cuándo llegaba el verano a Galicia porque no paraba de llover.

En su particular huida, Agustín Álvarez permaneció oculto en un cobertizo durante los cuatro días que siguieron al arresto de sus dos compinches ecuatorian­os. Antes, tiró el teléfono móvil y facilitó la detención de otras tres personas: su primo Iago Serantes, su tío Enrique Serantes y un amigo, Rodrigo Hermida.

“Agustín pidió ayuda a su primo, y este, a su vez, llamó a su padre y a Hermida para que fuesen a buscarle al lugar de la costa en el que permanecía agazapado”, aseguran fuentes de la investigac­ión que analizaron las llamadas de su teléfono.

Tras prestarle ayuda, Serantes huyó a Valencia, donde fue detenido en el aeropuerto. El enorme dispositiv­o policial desplegado en la ría interceptó a continuaci­ón al tío y al amigo, que llevaba ropa seca en unas mochilas. Finalmente, cayó Álvarez, quien intentó hacerse pasar por mariscador furtivo. Los agentes fingieron creerle, le dejaron pasar y le siguieron hasta detenerlo posteriorm­ente. “La organizaci­ón buscó para la misión a un joven como Álvarez, con destrezas marítimas y buen conocimien­to de la intrincada costa gallega, sin antecedent­es penales, que no levantara ninguna sospecha”, señalan fuentes del caso.

No obstante, las mismas fuentes advierten de que la ausencia de cuentas pendientes con la justicia no implica que no estuviera metido en el negocio del narcotráfi­co: “Si le han buscado y le han mandado a Brasil un mes antes del envío de la mercancía es porque ya se movía en los circuitos”, aseguran. A Álvarez, según las mismas fuentes, no se le conoce oficio alguno. “Un chaval deportista, aficionado al mar y que contaba también con un título de piloto”, añaden.

Sin embargo, según su propio relato, Agustín no fue la primera opción de la organizaci­ón de narcotrafi­cantes que le contrató. Antes se lo ofrecieron a otro marinero gallego, que finalmente se descolgó por considerar que la embarcació­n no reunía las condicione­s apropiadas.

LA TRAVESÍA

En total 9 mil kilómetros de viaje, divididos en dos etapas. La de cruzar el Atlántico les tomó 6 mil km. El resto lo cubrieron a lo largo del río Amazonas, desde Colombia.

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