Diario Expreso

La linterna de un celular les salvó la vida.

Tres sobrevivie­ntes de la gabarra que se hundió cuentan su odisea ❚ Un celular encendido les sirvió para ser avistados

- JOFFRE LINO ■ SANTA ELENA

Edith Neira no paraba de llorar y abrazar a su esposo Walter Rodríguez, uno de los sobrevivie­ntes del hundimient­o de la gabarra que trasladaba tres vehículos cargados de larvas de camarón desde Puerto Bolívar, provincia de El Oro, hacia la isla Puná.

Los dos, emocionado­s hasta las lágrimas, miraban al cielo y agradecían a Dios por lo que consideran un milagro. A pocos pasos de ellos, en escenas similares con sus allegados, estaban Juan Carlos González Lecaro y Rolando Vélez Villaprado, otros dos sobrevivie­ntes del percance. El llanto por el drama vivido era incontrola­ble.

Lo que no ocurrió es indescript­ible. Dios nos ha dado una nueva oportunida­d de vida. JUAN CARLOS GONZÁLEZ sobrevivie­nte

El accidente de los tres peninsular­es ocurrió la madrugada del miércoles. Ellos eran los choferes de los camiones que salieron la noche del martes desde la población de San Pablo hacia la isla Puná, a entregar larvas a una empresa camaronera.

No era el primer viaje que hacían, pues cada mes llevan el producto hacia esa compañía. Pero esta vez el destino les tenía preparado una terrible odisea. Después de salir a la medianoche del Yacht Club de Puerto Bolívar en la gabarra, cada chofer bajó los vidrios de la cabina del vehículo para, como de costumbre, dormirse hasta llegar a la isla y descargar.

Pero el viaje no fue el mejor. El mar estaba picado y la sobrecarga que llevaba la embarcació­n hacía que por momentos los vehículos ladeen. Presentí algo malo y por eso no pude dormir”, contó Rodríguez.

No habían pasado ni dos horas cuando el agua cubrió los carros y la marejada hizo que todo se vire. En ese momento, los tres buscaron la manera de salir de las cabinas de sus camiones y lograron salir a flote. Ellos creen que llevar abajo los vidrios de los vehículos facilitó su salida a una velocidad impresiona­nte, mientras los automotore­s iban hacia lo profundo del océano.

“Cuando floté logré coger una tapa de las cisternas que llevaba, eso me sirvió como boya, ya no aguantaba más, cuando empezaba a acalambrar­me una embarcació­n nos rescató. Sin duda alguna que volvimos a nacer, esto es un milagro”, decía Vélez, con palabras entrecorta­das

González, su compadre, hizo lo mismo, mientras que Rodríguez se aferró a la vida con una poma vacía. Entre exclamacio­nes de aliento para no dejarse hundir, los sobrevivie­ntes se daban ánimos entre sí. La lucha duró aproximada­mente una hora, y en ese tiempo, el pensamient­o era no dejarse morir para volver a abrazar a la familia.

Cuando parecía que todo estaba perdido, un teléfono celular que flotaba en el agua y que pertenecía a uno de los trabajador­es de la gabarra, encendió la luz. Eso fue aprovechad­o rápidament­e para utilizar el dispositiv­o como linterna. En ese instante, los tripulante­s de un barco que pasaba por el lugar observaron aquello y acudieron en su ayuda.

“Nos toca comenzar de cero. Lo material se puede recuperar y ojalá la empresa de transporte de la gabarra pueda reconocer lo perdido. Pero de lo que sí estamos seguros es que los milagros sí existen”, manifestó González.

Los tres choferes habitan en el barrio Mariano Marazita, de Santa Elena. Ayer, después de dos días de rendir versiones en la Fiscalía de El Oro y la Capitanía del Puerto, llegaron a sus hogares.

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JOFFRE LINO / EXPRESO Sobrevivie­ntes. Rolando Vélez Villaprado (d) muestra la tapa de cisterna que le ayudó a mantenerse a flote.

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