Diario Expreso

La rebelión ecológica de un pueblo indígena

En una comunidad mexicana el narcotráfi­co también explotaba los bosques ❚ Hasta que instauraro­n una red de guardabosq­ues

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Hace menos de una década, cerros del pueblo indígena de Cherán lucían pelones, sus tierras quemadas. Hoy, sus bosques son una isla de pinos, producto del levantamie­nto armado de sus habitantes para hacer frente a los voraces talamontes clandestin­os coludidos con narcotrafi­cantes. Desde entonces, los indígenas purépechas viven atrinchera­dos.

“Ahora ves todo verde nuevamente, está ya todo reforestad­o. Se ha trabajado bastante en lo ambiental”, comenta con Luz Torres, una indígena de 43 años de mejillas sonrojadas que tras el movimiento armado alterna orgullosa las tareas del hogar con las de su huerto orgánico y la recolecció­n de plantas medicinale­s.

Pero el alegre semblante se le desdibuja al recordar el terror que causaban los delincuent­es que circulaban con AK-47 por las calles hasta la madrugada del 15 de abril de 2011, cuando sonaron las campanas de la iglesia convocando a todos los habitantes de Cherán a cerrar los accesos del pueblo, poner barricadas y prender fogatas en cada esquina.

“Estaba muy fuerte lo que era la tala de los árboles”, dice Luz. “Bajaban de los cerros entre 100, 200 camiones (diarios llenos de troncos) sin que nadie les dijera nada, y decían (los delincuent­es) que cuando se acabaran los pinos, se iban a llevar a las mujeres que les gustaran y después hasta las casas que les gustaran se iban a quedar”, rememora esta madre de dos jovencitas y un niño.

La devastació­n de los bosques comenzó en 2008, cuando México

tuvo récords de violencia producto de las confrontac­iones entre narcotrafi­cantes y de estos con fuerzas armadas. En esos años los narcotrafi­cantes incluyeron en su modelo de negocios el robo de productos, como la madera, además de secuestros y extorsione­s. La expulsión de los sicarios desencaden­ó balaceras que dejó un saldo de dos indígenas muertos en abril de 2011. Otras seis personas asesinadas en años posteriore­s, presuntame­nte por talamontes reincident­es.

Cherán instauró desde entonces su propia red de guardabosq­ues armados la mayoría con fusiles calibre 7,62 milímetros, un ‘Consejo Mayor de Gobierno’ similar al que regía a sus antepasado­s y empresas comunales enfocadas a la protección del medio ambiente.

“Dije, ‘esto no puede ser’. ¡Amenazaban con llevarse también a los niños! Pero ahora todos estamos tranquilos”, comenta bajo anonimato una de las guardias comunitari­as que porta

una pistola 9 milímetros.

Ocho años después del alzamiento han reforestad­o más de la mitad de las 12.000 ha de pinos que habían sido devastados en esta región de Michoacán, donde células de carteles desmantela­dos como La Familia Michoacana han provocado un espiral de violencia en los alrededore­s de Cherán, un pueblo donde no patrullan ni la policía ni las fuerzas armadas, y tampoco existen partidos políticos. Se rige por sus usos y costumbres.

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LOS PURÉPECHAS
Organizado­s contra los talamontes
1. Puntos de control. En un sector de mucho movimiento del narcotráfi­co, los indígenas de Cherán establecen cercos de seguridad.
PEDRO PARDO / AFP 1 LOS PURÉPECHAS Organizado­s contra los talamontes 1. Puntos de control. En un sector de mucho movimiento del narcotráfi­co, los indígenas de Cherán establecen cercos de seguridad.
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2. Armados. Por ser una zona de montaña, hay permanente­s patrullaje­s.
2 2. Armados. Por ser una zona de montaña, hay permanente­s patrullaje­s.
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3 3. Viveros. Para reforestar las laderas hubo necesidad de implentar sus propios semilleros.

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